Yo siempre digo: ‘Año nuevo, vida nueva’. Este año lo he conseguido.
Yo creía que tenia una vida al lado de mi amiga la botella, qué equivocada estaba. En realidad, me estaba destrozando a mí y a los demás. Eso no era vida.
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Me costo mucho tomar la decisión de ingresar en CITA. Lo iba posponiendo: que si pasadas las navidades, que si después de fin de año… Pero el día después de mi cumpleaños decidí dar el paso. Recuerdo que fue el viaje más corto de mi vida. Cuando crucé la frontera, me dije: ya no hay vuelta atrás. Llegue a Dosrius acompañada por mi madre, mi hermana y mi marido, y solo veía las señales indicando el camino a CITA. Comimos en un restaurante y después subimos a la clínica. Venía enfadada, rabiosa , triste y frustrada. Estaba nerviosa por saber a dónde iba , a quién me encontraría y, en definitiva, cómo sería todo aquello. Sólo bajar del coche, me tropecé con un perro llamado Groucho y se me dibujo una gran sonrisa en la cara. Fueron unos segundos, pero por un momento me sentí aliviada y contenta, porque tengo un perro de la misma raza.
Al llegar un viernes, el 16 de enero, durante aquel fin de semana pude conocer al grupo. Vine aquí centrada en mi misma, hermética y gritando a los cuatro vientosque yo aquí no venía a hacer amigos.
Poco a poco, fui entendiendo la dinámica de los talleres y cada día daba un paso más. Ahora echo un vistazo atrás y me veo, en el taller de teatro, tensa, callada y observando sin actuar. Pero semana tras semana fui desinhibiéndome y, gracias a este taller y a su terapeuta, ya no sufro la vergüenza y el miedo a ser juzgada por los demás. Gracias, Kary.
Y qué decir del taller de escritura creativa, donde he plasmado en el papel recuerdos del pasado que creía olvidados. Qué bonito es poderlos escribir. Gracias, Mari Carmen.
Aunque todavía tengo miedo a montar a caballo por una caída que tuve hace años, Checho me dio la confianza suficiente para volver a hacerlo. ¿Y quién sabe? Quizás vaya a repetirlo, dado que lo peor ya pasó.
Como si de una aventura se tratara, he vivido momentos fantásticos en el taller de lectura, sumergida en historias del pasado que se reflejan en el presente y que seguirán reflejándonos en el futuro. Gracias, Chelo.
He compartido mi vida en el taller de psicoterapia y, aunque me costó confiar al principio, ahora me siento como pez en el agua. Gracias, Carmen.
He estado acompañada y guiada en este camino por una mujer chiquitita de aspecto pero una profesional tan grande como la copa de un pino y con la que cada día aprendes, ya sea en prevención de recaídas o en socioterapia, una mujer que te hace entender el aquí y el ahora y sin la cual CITA no sería lo mismo. Anais, solo puedo decirte ‘chapeau’.
Estoy también agradecida a una mujer de los pies a la cabeza, una mujer con la que entré en confianza enseguida, una mujer entrañable con la que he aprendido, he llorado he reído, he hecho el duelo de mi padre, he aprendido a decir no, etc. En definitiva, he aprendido a volver a sentir. Muchas gracias, Kary. Te Quiero.
Quiero darles también las gracias a mis compañeros por haberme escuchado y haber compartido momentos inolvidables. Os llevaré siempre en mi corazón. Quiero también agradecer a mi marido Josep, de quien me he vuelto a enamorar, el hecho de haberme apoyado en este tratamiento. Gracias también a los demás socios, en especial a Núria y a Adrián, con los que las tardes se me han hecho más amenas.
Quiero dar las gracias, por la paciencia que han tenido conmigo, a las mujeres de la limpieza, a las cocineras, al personal de mantenimiento, al personal de administración, y a las enfermeras y médicos. Me voy de aquí con un sinfín de emociones, de experiencias, de sentimientos, y con amigos de verdad. Pero también se queda aquí un pedacito de mí. Me siento contenta, valiente y renovada por completo. Sé que me queda trabajo por hacer, pero ahora puedo decir que estoy viva, ahora puedo decir que tengo vida.
Muchas gracias a todos. Nunca os olvidaré.
Autor: Comunicación Clínicas CITA