(…) La vida continuaba y, más tarde, tuvimos a nuestra hija, muy buscada y muy querida, pero que resultó muy complicada. No quería comer, no quería dormir… Además, seguíamos alternándonos en el trabajo, así que el que se quedaba en casa sufría verdaderamente.
Pienso que ahí comenzaron mis problemas psíquicos y mi tendencia a exagerar con el vino, aunque los dos últimos años han sido la confirmación de mi alcoholismo. Una noche, mi hijo mayor me vio dando tumbos por el pasillo de mi casa y aún hoy esta imagen me duele al pensarla.
Hace algunos meses, ya no podía resistir la presión que me rodeaba. Por un lado, un ritmo frenético de trabajo. Por el otro, mis padres metidos en una pelea que duraba años, con mi madre haciendo la vida imposible a mi padre y con éste aguantando semanas y meses sin dirigirse la palabra más que para recibir insultos. Esta situación ha durado unos doce años y me ha afectado sobremanera.
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Todo esto, regado con abundante vino, es lo que me ha traído hasta aquí, hasta esa tranquilidad donde estoy recuperando la ilusión por el futuro. Obviamente, el futuro está lleno de preguntas y decisiones difíciles de tomar, y el tiempo tendrá que arreglarlo o ayudará a hacerlo.
Desde el día 24 estoy de baja laboral y, desde esta fecha hasta que ingresé en CITA, todo fue a peor, alternando periodos de consumo excesivo y absentismo. También creo que un diagnóstico o un tratamiento equivocado empeoraron las cosas. Entonces, me encontré sólo y perdido. Hasta que una mano amiga encontró este lugar y me trajeron hasta aquí. La historia continua….
Autor: Comunicación Clínicas CITA