Nos cuesta cambiar. Y, cuando ocurre un cambio, pasamos por varias fases, algunas de ellas difíciles. Si entendemos el valor y el significado de estas fases, podremos acelerar su proceso y vivirlas sin tanta incomodidad.
Estas fases son similares, tanto si nos enfrentamos a un nuevo trabajo, a una nueva relación amorosa, a una enfermedad o a una pérdida, aunque lógicamente la profundidad de cada etapa y su duración serán distintas. Cualquier cambio que implique una transformación y un aprendizaje vivirá fases con una determinada duración, pero si somos capaces de comprenderlas, al menos tendremos más recursos para atravesarlas y vivirlas desde una actitud de protagonista y no como víctimas.
Llamada a la aventura
Es el comienzo de cualquier cambio, tanto si es buscado como si es inesperado y desconcertante. En esta fase, lo importante es preguntarse: ¿Cómo puedo dar lo mejor de mí mismo?
CONTACTAR CON CLÍNICAS CITA AHORA
Negación
No hay héroe que no tenga un momento de debilidad o de duda. La mente actúa como un parapeto ante los cambios. En dicha fase se encuentran las quejas, los enfados, culpar al otro, o caer en el victimismo, que buscan evitar responsabilidades o simplemente, protegernos de emociones que a veces nos superan. Así sucede, por ejemplo, cuando vivimos algo doloroso, como una separación o un fracaso. En estos momentos, algunas personas pueden creer que están bien, pero su humor se transforma o entran en estados de ira. La negación niega la realidad, nuestras emociones o nuestras responsabilidades, y es posiblemente la fase más difícil de superar. Las preguntas que aceleran esta fase son: ¿Qué papel he jugado en todo ello? ¿Qué puedo aprender de esta situación?¿Qué me está doliendo?
Miedo
Es la emoción reina en nuestra vida y siempre nos acompañará. Cuando dejamos de echarle la culpa al mundo que nos rodea y miramos hacia dentro, aparece el miedo. Existen dos tipos de miedo: el sano, que es la prudencia, y el tóxico, que es el que nos lastra. El desafío no es no tener miedo, puesto que neurológicamente es imposible evitarlo, sino que no nos impida seguir adelante. La reflexión que entonces nos ayuda es: ¿Qué es lo que no quiero perder? A pesar de mi miedo, ¿qué decisiones podría tomar?
Travesía por el desierto
Cuando caemos en la frustración o aceptamos una pérdida, surge el desierto. Es el momento de rendición, de aceptar el dolor y de conectar con nuestra humildad. El desierto siempre es un lugar de intercambio, donde perdemos cosas para ganar otras. Es imposible abrirnos a aprendizajes nuevos si no desaprendemos otros. Lógicamente, cuando nos enfrentamos a una pérdida dolorosa, el desierto se convierte en una pesadilla, con estados emocionales muy complejos. Por ello, si queremos salir del dolor, el único camino es aceptarlo. La mirada positiva es válida sólo cuando se ha abrazado lo que nos duele, no cuando se niega. De ahí la fuerza transformadora de los desiertos. La reflexión en esta fase es: ¿De qué tengo que despedirme? ¿Qué nuevas posibilidades se abren?
Nueva realidad y nuevos hábitos
Todo el mundo sale del desierto en mayor o menor medida, excepto en casos de pérdidas extremas que siempre dejan una cicatriz. Es entonces cuando aparece una nueva realidad que se acompaña de unos nuevos hábitos. Aceptamos un fracaso cuando hemos transitado el dolor y comenzamos a hacer cosas diferentes. En este momento, hemos integrado el proceso y vamos experimentando con una nueva realidad. Para acelerar esta fase, existen algunas claves.
- Visualizar el nuevo proyecto
- Poner pasión. La ilusión y el disfrute son antídotos del miedo.
- Aprendizaje a través de la frecuencia.
- Transformar emociones negativas en positivas, aprender a relativizar y a tomar distancia.
- Apoyarse en las personas a nuestro alrededor.
- Confiar en uno mismo
- Comprometerse con los otros.
About the Author: Dr. Josep Mª Fàbregas
Especialista en adicciones y director psiquiatra del centro de adicciones y salud mental Clínicas CITA. Inicié mi carrera profesional en el Hospital Marmottande París, donde trabajé con el Profesor Claude Olievenstein. Posteriormente me trasladé a Nueva York y, tras varios años de experiencia profesional, en 1981 fundé CITA (Centro de Investigación y Tratamiento de las Adicciones) con el objetivo de desarrollar un modelo de comunidad terapéutica profesional, el cual lleva 32 años en funcionamiento.
Autor: Comunicación Clínicas CITA