No hay que confundir angustia con ansiedad, que es una inquietud justificada hacia alguna preocupación material o moral. La angustia es u malestar psíquico que, con frecuencia, va acompañada de alguna enfermedad física o de sensaciones diversas, como cierto tipo de opresión, palpitaciones, miedo a perder el conocimiento, sudores fríos, hormigueo u otras manifestaciones.
Todo ocurre como si uno se encontrara ante un peligro inminente, pero un peligro no identificado. La angustia puede sobrevenir a propósito de cualquier cosa o desencadenarse en cualquier circunstancia y tomar el aspecto de una fobia irracional, a menudo mal comprendida por la familia. Por ejemplo, algunas personas temen tomar el ascensor, otras temen pasar por un puente o acercarse a una ventana en un piso alto. Son situaciones más frecuentes de lo que se imagina. Son difíciles de interpretar; a veces resulta complicado encontrar la clave que permita comprender la razón por la que el enfermo sufre así.
El síntoma es un desplazamiento, una manera desplazada de decirse a uno mismo algo que no puede decirse de un modo más sencillo. Y, en ese desplazamiento, hay una modificación del sentido, algo así como en la metáfora, de manera que el síntoma es el espejo de otra realidad. En general, nueve de cada diez veces, la angustia es el desplazamiento de un sentimiento de cólera que no ha podido expresarse como tal. Y éste procede, casi siempre, de una profunda insatisfacción de lo que vivimos.
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Cuando tomamos a nuestro cuerpo como testigo –en el caso de una enfermedad física- o un elemento exterior –en el caso de la angustia o las fobias- utilizamos la realidad como un lenguaje; utilizamos los órganos o los objetos como ‘palabras’ con doble sentido. Pero, no sólo eso, nos servimos también de su función. ¿Para qué sirve el hígado, el bazo, la glándula tiroides?
Algunas personas, por ejemplo, tienen fobia a pasar por un puente que cruza encima de aguas turbulentas, se sienten atraídas por el vacío, y lo temen, como hay quienes conjuran su secreta fobia mediante el salto con una cuerda elástica. ¿Qué es un puente sino un pasaje más o menos vertiginoso sobre una ‘emoción’ turbulenta –el torrente- que nos cuesta canalizar? La fobia a los puentes, la atracción por el vacío –atracción y miedo a la vez- es como desplazar una cuestión ante la que nos enfrenta la vida, algo que deseamos y tememos al mismo tiempo; queremos que cambie algo en nuestra vida, pero lo desconocido nos da miedo, nos da vértigo. Y eso tanto más en cuanto que entre las dos orillas, está la travesía, una incertidumbre experimentada como un vacío peligroso. Cuando vivamos eso, no tomemos por testigo la realidad. En lugar de bloquearnos en esa idea que podría enloquecernos, es preferible que nos preguntemos qué es lo que nos da vértigo en la vida y cuál es el pasaje que ha llegado el momento de cruzar.
A través de los síntomas mentales –angustias, fobias, etc.- como de los físicos –inflamaciones, quistes, etc.- intentamos hablarnos sin escucharnos; esto es difícil porque, al mismo tiempo que nos hablamos, sin darnos cuenta vamos borrando las pistas. Tras la angustia, busquemos la cólera originada por un deseo no realizado. Puede que las cosas se aclaren.
Autor: Comunicación Clínicas CITA