Un 1% del peso de la hoja de tabaco es nicotina. Si toda la nicotina de un cigarrillo fuese absorbida por el cuerpo, sería muy tóxico e incluso letal. Los fumadores de cigarros y de pipa normalmente no inhalan y la nicotina se absorbe a través de las membranas de las mucosas de la boca. Los fumadores de cigarrillos, por otra parte, normalmente inhalan profundamente y retienen el humo en los pulmones antes de exhalarlo.
Cuando la droga se fuma
Para que la droga llegue a los receptores del cerebro por el recorrido de la inhalación, han de coincidir varios requisitos fundamentales.
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La droga ha de ser un gas, o si se ha de fumar debe ser transportada de un modo eficaz en las partículas de humo sin ser destruida a alta temperatura. Después de la inhalación, debe cruzar los tabiques nasales que separan los alvéolos pulmonares de la sangre que pasa por ellos, de manera que pueda ser llevada por la sangre hasta el cerebro.
Y por último, debe poder cruzar por la red de arterias del cerebro y del tejido cerebral para poder llegar a las neuronas que poseen los receptores.
Si una droga se fuma y su efecto en el cerebro es placentero, cada bocanada producirá satisfacción inmediata de un modo causa-efecto, reforzando el comportamiento del fumador de acuerdo con las reglas clásicas del condicionamiento. Sólo hay que observar a adictos empedernidos a la nicotina aspirar el humo profundamente hasta los pulmones y retenerlo allí: la gratificación instantánea es evidente en la expresión de su cara.
Un rasgo importante de la inhalación es su controlabilidad. Puesto que la droga alcanza el cerebro en momentos puntuales, el fumador puede usar el efecto psicotrópico mismo para regular la cantidad de entrada de droga. Para más efecto, el consumidor toma más profundas o frecuentes bocanadas. Si se aproxima a una concentración tóxica, el consumidor (sintiéndose mareado o con náuseas) simplemente parará de fumar o fumará menos.
Esto contrasta con otras vías de administración, donde irremediablemente una cierta cantidad total de droga se pone en la vena, bajo la piel, o en el estómago. De este modo, la gran ventaja de la autoadministración fumada es que pueden evitarse sobredosis peligrosas; esta vía es especialmente importante para las drogas ilícitas de concentración desconocida y variable, como el cannabis, la cocaína o la heroína.
La nicotina se metaboliza con bastante rapidez, desapareciendo del cuerpo en pocas horas. Por eso el adicto comienza cada día con un nivel residual muy bajo en la sangre y en el cerebro; en otras palabras, en estado de abstinencia.
El primer cigarrillo de la mañana tiene un poderoso efecto porque trae alivio al malestar de la abstinencia. Más tarde, cada cigarrillo produce un incremento brusco en la concentración de la nicotina en la sangre, que es el mismo que el de la concentración que baña el cerebro.
Autor: Comunicación Clínicas CITA