El tabaco es más perjudicial en el 2018 que años atrás, aunque se fumase más cantidad de cigarrillos.
El tabaco perjudica seriamente la salud, lo dicen los paquetes de cigarrillos, los fumadores lo saben, y lo saben los profesionales que atienden a personas adictas al tabaco.
De todos modos, esta verdad no debe ser tan absoluta cuando conocemos a muchas personas ancianas que han fumado prácticamente toda su vida y gozan de buena salud.
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Del mismo modo, uno de los pueblos más longevos del mundo, el de Villacamba, en una valle andino de Ecuador muy alejado de la civilización, era una comunidad de 819 habitantes en la que vivían nueve centenarios, uno de ellos de 123 años, que fumaban cada día más de 20 cigarrillos hechos en casa.
No hace mucho, era normal que fumadores habituales alcanzasen edades avanzadas; hace falta remarcar, sin embargo la forma pretérita del verbo, ya que desde la llegada de nuestro estilo de vida y probablemente también de los actuales cigarrillos, se ha acortado esta legendaria longevidad.
Es bien sabido que el cigarrillo de hoy no es el mismo tabaco de antes y, por tanto, ha de tener forzosamente un efecto distinto sobre el organismo.
Lejos quedan ya las verdes hojas de tabaco dorándose al sol, secándose bajo las ramas de palmera del techo de la cabaña, fermentándose después de haber sido untadas con miel, empapadas de la humedad del entorno.
Pero seguramente aún es más distante la manera de fumar de los indios del Amazonas de la del hombre y la mujer modernos.
No se puede comparar el cigarro compartido diariamente en uno de los momentos más relajados de la jornada de una existencia tranquila con los cigarrillos que se encienden uno tras otro dentro del coche, cuando uno está angustiado porque llega tarde y está atrapado en un embotellamiento, en la tensión de una reunión de trabajo en la que hay que competir para reafirmarse, o en tantas otras situaciones que dirigen directamente el humo a las coronarias y las retuercen.
Este fumador de los modernos cigarrillos tiene poco que ver, no ya con el indígena del Amazonas sino con el viejo que contemplaba el paso del tiempo fumando tranquilamente.
A lo largo de los siglos, el hombre, en una existencia más ligada a la naturaleza, había sometido a su organismo a una mayor actividad física y a muchas menos tensiones mentales y emocionales.
El trabajo que le ocupaba era en gran parte manual y el vehículo más utilizado para desplazarse era el propio cuerpo.
Y fumaba también al estilo de siempre, es decir, si lo hacía en el trabajo, paraba la actividad, se sacaba la petaca del bolsillo, ponía un poco de picadura en la palma de la mano, con la otra lo deshacía, sacaba un papel del librillo con el que lo liaba meticulosamente, haciéndolo rodar hasta que se repartía de un modo uniforme.
Y al final ensalivaba el extremo engomado del papel, encendía el cigarrillo y se lo fumaba con parsimonia mientras se distraía por unos minutos de su trabajo.
El daño que el tabaco puede hace sobre el organismo no depende sólo de la calidad y de la dosis, sino que tiene mucho que ver con la manera de consumirlo.
Y es que las hojas de tabaco genuino han sido apreciadas por los indígenas americanos desde la prehistoria para ser fumadas en cantidades moderadas, haciendo tres o cuatro caladas al día, y en estado de relajación.
Dejar el Tabaco en 2018
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Autor: Comunicación Clínicas CITA