La cocaína base es sólo la fase inicial. Después la venderán a un comprador, que, a su vez, la llevará al “cristalizadero” para que, a golpe de más químicos, la convierta en polvo fino. Después, en el lugar de destino, tanto en Colombia como el exterior, le darán el último toque: a la cocaína le añadirán cal, talco u otro producto para duplicar el volumen y las consiguientes ganancias.
A rasgos generales, el proceso sería el siguiente: pesar las hojas, picarlas en una trituradora, esparcirlas sobre el concreto y espolvorear con cal viva y Nutrimón, un abono que ayuda a quemarlas. Lo recomendado son 10 kilos de cal viva y cuatro tazas de Nutrimón para 25 arrobas. Hay quienes prefieren el cemento a la cal y el resultado es el mismo.
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Después las pisan con sus botas de caucho hasta formar un engrudo. Lo maceran con gasolina nueva y lo revuelven con palos. Exprimen varias veces la mezcolanza y el resultado es un líquido espeso. Al cóctel resultante le agregan ácido sulfúrico y agua. Y el engrudo se vuelca en bidones para ser mezclado con gasolina.
Uno de los ingredientes esenciales es el permanganato de potasio o perga, nombre familiar que usan. Lo recomendable es utilizar guantes y gafas especiales para manipularlo, al igual que con los demás químicos que emplean.
En distintos momentos, también disuelven sosa cáustica y acetona. Gracias a que el laboratorio carece de paredes y durante las jornadas corre una ligera brisa, se puede respirar en su interior, ya que la mayoría de productos y mezclas son muy tóxicas.
Se añaden distintos químicos, incluidas buenas dosis de bicarbonato de sodio que todo lo blanquea, hasta obtener la mercancía deseada, que cuando llegan al consumidor, puede llegar a ser un nuevo adicto a la cocaina.
About the Author: Dr. Josep Mª Fàbregas
Especialista en adicciones y director psiquiatra del centro de adicciones y salud mental Clínicas CITA. Inicié mi carrera profesional en el Hospital Marmottande París, donde trabajé con el Profesor Claude Olievenstein. Posteriormente me trasladé a Nueva York y, tras varios años de experiencia profesional, en 1981 fundé CITA (Centro de Investigación y Tratamiento de las Adicciones) con el objetivo de desarrollar un modelo de comunidad terapéutica profesional, el cual lleva 32 años en funcionamiento.
Autor: Comunicación Clínicas CITA