Con su habitual perspectiva irónica, Juanjo (el Sócrates de Clínicas CITA), nos ayuda a reflexionar sobre un mundo hecho de dualidades que nos separan y nos convierten en individuos infelices que buscan permanentemente librarse del dolor y la angustia (y también de las drogas) por la infructuosa vía de ahondar en la separación. Aceptar nuestras sombras, en cambio, puede ser el primer paso para reconciliarnos con ellas y con nosotros mismos.
Radiografía de un yogui (¿O era autobiografía?)
Les quisiera presentar a dos neurotransmisores que todos portamos dentro. Y, aunque ustedes les llamen como quieran, yo, que soy cariñoso, les llamo: Solvencio y Hambrosio.
Ustedes les conocen muy bien. Mientras Solvencio piensa y piensa para solventar los problemillas que se nos presentan, Hambrosio y sus insaciables apetitos no paran de crear nuevos problemas.
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Varias son las soluciones que ustedes y sus ancestros han intentado para escapar de su aprisionante pinza del “quiero y no debo”, “no quiero pero tengo que”, etc.
Uno de sus intentos fue “la fuerza de voluntad”, que consiste en que Solvencio se ponga violento con Hambrosio y domine sus apetitos hasta dejarlo como un pedrusco inmóvil. Pero, ¿vivir una vida pétrea?
También hubo un movimiento llamado “hippi”, que sugería dejar a Hambrosio campar a sus anchas y decirle a Solvencio que se aguante. Claro que acabaron todos drogados y se reconvirtieron en “yuppis”.
Son ustedes tan ocurrentes, que incluso inventaron el calendario laboral, que consiste en que de lunes a viernes mande Solvencio austeramente y, el finde, ¡¡¡sexo, drogas y rock and roll!!! de la mano de Hambrosio.
Se crearon dos grandes grupos en su especie humana que seguían a ambos neurotransmisores y, aunque con diferentes nombres, siempre eran los mismos dos grandes grupos: putas y monjas, yonkis y políticos, yoguis y obesos, etc.
Misteriosamente, pronto comenzaron los primeros casos de monjas putas, políticos adictos a todo (especialmente a la pasta), yoguis muy, pero que muy gordos, etc. Pero, nada, ustedes no dejan de intentar separarlos.
Y como ustedes también crearon la separación más allá de la vida, diciendo que los seguidores de Solvencio irán al cielo y los de Hambrosio al infierno, se buscaron un buen lío, porque, ¿una monja muy puta, un yogui muy gordo o un político muy adicto, van al cielo o al infierno?
Sentimos una gran alegría cuando la práctica del yoga se extendió por su planeta, pero aunque “yoga” en su lengua significa “unión”, siguieron dale que dale en el intento de separar a Hambrosio de Solvencio diciendo que uno es bueno y el otro malo.
Y como su empeño de separar no tiene límites, aquí hemos decidido sugerirles un remedio a esa necesidad compulsiva de separar las cosas. Recuerden ustedes que intentar separar algo que es una sola cosa ¡¡¡es demencia!!!
- Invéntense a Solvambre
- Sean muy buenimalos
- Practiquen la castputidad
- Háganse flaquigordos
- Sean politiyonkis
- Digan muchas mentiverdades
- Practiquen ayunoatracones
- Sean muy adultifieles
- Recen mucho a DiabliDios
En fin, sean, hagan, digan, etc. lo que les venga en gana, pero dejen de identificarse con ello.
Dejen de guerrear con ustedes mismos e igual se acaban las guerras.
Dejen de joderse la vida e igual salvan al planeta.
Sean como son…. ¿O es que hay otra cosa que se pueda hacer?
Autor: Comunicación Clínicas CITA