Taller de Prevención de recaídas: El entusiasmo terapéutico.

Con frecuencia, el solo hecho de entrar en un dispositivo terapéutico y tomar la decisión de hacer un trabajo, ya tiene efectos positivos.

Hay que tener en cuenta que se viene de momentos muy delicados, de mucho consumo y confusión. El simple hecho de llevar unos días de abstinencia y empezar a desplegar el material problemático, parece a primera vista un gran avance. Estos primeros pasos son importantes y, como tal, son leídos como una gran mejora.

Pero hay que tener cuidado con estos primeros efectos terapéuticos.  No podemos olvidar que una adicción se construye durante mucho tiempo y sería una ingenuidad creer que, con unos pocos días de reflexión sobre nuestros problemas, podremos desmontarla completamente.

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    Estos primeros pasos, como hemos dicho, generan un enorme entusiasmo, aumentando la sensación de control, de tener los objetivos claros y ser fuerte frente al deseo de volver a consumir.

    Este entusiasmo es del todo útil para poner en marcha el trabajo, pero no podemos olvidar que los entusiasmos son pasajeros y no se sostienen durante mucho tiempo. El trabajo que necesitamos no es de superficie sino de fondo y, un trabajo de fondo, no puede hacerse en dos movimientos.

    Una vez que este entusiasmo baja, el trabajo continúa a paso firme.

    Con frecuencia, se escucha y se dice que el consumo no es la causa sino la consecuencia de un problema que está por detrás. En cierta medida esto es muy cierto y, si lo tenemos en cuenta, podemos sacar algunas conclusiones.

    Si seguimos este razonamiento, una vez sostenida la abstinencia por unos días y pasado ese primer entusiasmo terapéutico, nos encontraremos con cierta bajada de energía. Esta bajada promueve la idea de que ya no hay nada por aprender, nada nuevo que descubrir y una sensación marcada de aburrimiento.

    No podemos olvidar que el consumo venía justamente a cubrir esta clase de situaciones: aburrimiento, hastío, nerviosismo, ansiedad, preocupaciones, pensamientos penosos, etc. El consumo fue la respuesta privilegiada frente a estas sensaciones. Una respuesta fallida que intenta ocultar, cubrir u olvidar.

    Una vez que hemos logrado despejar el consumo diario, no es extraño que nos encontremos frente a frente con estas sensaciones y será con ellas con las que tendremos que lidiar.

    Estas sensaciones, podríamos pensarlas como la base sobre la que tendremos que trabajar.

    Abandonar el trabajo en este momento es como haber logrado, después de mucho esfuerzo, por fin estar un poco más cerca del problema, y, una vez ahí, retirarse sin intentar resolverlo.

    De este modo, una vez conseguida la abstinencia sostenida, es el momento de comenzar con el trabajo personal.

    Esta clase de trabajo no es sencillo ni agradable. A los primeros momentos de sorpresa y novedad por comenzar a encontrar vínculos que de alguna manera dan pistas sobre la causa del malestar, le siguen momentos no tan agradables.

    Poner la historia personal en juego y entrar en ciertos temas no es como dar un paseo por la memoria y, de hecho, la respuesta frecuente es intentar evitarlo. Del mismo modo que antes se utilizaba el consumo para evitar enfrentarse a ciertas cuestiones, ahora se utilizan otros mecanismos para alcanzar el mismo fin.

    Este movimiento de rechazo se llama resistencia. Se trata de la dificultad creciente con la que se encuentra el paciente que avanza en su tratamiento. De algún modo, cada paso hacia adelante se vuelve más dificultoso e implica hacer un esfuerzo mayor para vencer esa resistencia. Esta fuerza cumple con una función y tiene un objetivo claro: dejar todo tal y como estaba, evitar el cambio.

    Muchas son las caras que puede asumir la resistencia, desde la ansiedad hasta el aburrimiento, pero todas tiene el mismo objetivo: no saber nada de eso.

    Con mucha frecuencia, los abandonos de tratamiento se dan en estos momentos; cuando el paciente comienza a tocar ciertos puntos que de algún modo son insoportables, aumenta el empuje al abandono.

    Por estas y por otras tantas razones, es importante no dejarse llevar por el entusiasmo o la desesperanza, que no son más que las dos caras de un mismo objetivo: renunciar al trabajo personal.

    Autor: Comunicación Clínicas CITA

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