Gran cantidad de personas no logran sostener la abstinencia y vuelven a su nivel anterior de consumo en los primeros 30 días. Esto puede estar provocado por una serie de obstáculos con los que probablemente nos encontremos y será útil estar preparados para afrontarlos, o al menos advertir de que ahí estarán. Estos obstáculos pueden ser desalentadores, pero si se sabe que pueden aparecer, tendremos más herramientas para gestionarlos.
Síntomas de la abstinencia.
Los síntomas de la abstinencia pueden ser tanto físicos como emocionales y pueden aparecer en esta primera etapa. Estos síntomas pueden ser:
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- Insomnio.
- Irritabilidad.
- Cambios de humor.
- Hipersensibilidad emocional.
- Adormecimiento de las emociones.
- Falta de energía.
- Caída del nivel de atención.
- Incapacidad de sentir placer.
- Falta de deseo sexual.
- Extrema sensibilidad al estrés.
- Fallas de la memoria.
- Confusión de pensamiento.
- Dificultades para concentrarse.
- Menor nivel de atención.
- Agorafobia.
Si no estamos advertidos de la posible aparición de estos síntomas, podemos desalentarnos creyendo que siempre será así. Eso no es correcto, ya que la mayoría de estos síntomas desaparecen con el tiempo.
Teniendo en cuenta que muchos de estos síntomas son provocados por el deterioro a nivel orgánico, muchos pacientes recurren al consumo una vez más para cancelarlos, dejando de lado que, en realidad, la situación no hace más que empeorar, prolongando e intensificando esos síntomas a largo plazo.
Soñar que se consume.
Durante la primera etapa de la abstinencia, es muy común soñar con que se vuelve a consumir. Estos sueños son perturbadores para la mayoría de los pacientes y generan múltiples inquietudes.
Lo primero que interpretan muchos pacientes es que el trabajo que están haciendo no está teniendo efectos y por eso todavía tienen deseos de consumir, desanimándose y poniendo en duda todo lo logrado.
Tener deseos de consumir no contradice el avance. Si fuera tan fácil eliminar el deseo de consumir, no habría tratamientos ni serían tan prolongados.
Además, hay que recordar que un sueño tiene su valor a partir de la interpretación que se hace de él.
Soñar con consumir puede tener un sentido u otro. Puede ser, efectivamente, una expresión de deseo, pero también de temor a volver a hacerlo. Puede significar que, frente a los problemas de hoy, se sueña con resolverlo a la manera antigua, es decir, con drogas.
Por estas razones, lo mejor que se puede hacer con un sueño es ponerlo a trabajar, lo que significa hablar de él con quien corresponde, sacar ideas y conclusiones, darle vueltas.
Impulsos y deseos de volver al consumo.
Las ganas de volver a consumir son muy fuertes durante la primera etapa de la abstinencia. Esto es normal y casi inevitable.
Las ganas pueden ser provocadas por personas, objetos, situaciones, lugares y sentimientos que previamente estaban muy vinculados al consumo. Son cosas que nos recuerdan el consumo y, del mismo modo que cuando sentimos un olor familiar recordamos dónde lo hemos sentido, de igual modo sucede con el deseo de consumir.
En un primer momento, volver a encontrarnos con un compañero de consumo, estar en un sitio en donde solíamos hacerlo, o pasar por una situación con la que se asociaba el consumo, puede traer su recuerdo a primer plano. Esto es del todo esperable y sucede con frecuencia.
Recordar el consumo y tener deseos de consumir no implica que lo que se viene trabajando pierda sentido o que se trate de un caso “imposible de recuperar”. Como tampoco sentir deseos de consumir implica finalmente acabar consumiendo.
Ciertos estímulos promueven las ganas y el deseo, pero no podemos olvidar que, frente a esos estímulos, son sujetos los que responden y como sujetos toman sus decisiones. Hay ahí una persona que responde; no somos máquinas de estímulos y respuestas. Algo hay entre una cosa y la otra y es ahí donde podemos incidir con enorme poder.
Tener en cuenta esta posibilidad y preverla puede ser de gran utilidad a la hora de experimentarla. De este modo, estaremos prevenidos, sabiendo que es un paso común dentro del proceso.
Citamos aquí algunos ejemplos que pueden provocar el deseo de volver al consumo:
- Ver personas asociadas al consumo.
- Estar en lugares en los que se consumía.
- Experimentar estados de ánimo negativos: rechazo, soledad, aburrimiento, enojo, culpa, ansiedad, depresión.
- Estados de control: sensación de que el tema está superado y que volver a consumir no será un problema.
- Recuerdos.
- Momentos del día: Si estaba acostumbrado a consumir luego del trabajo o en cualquier otro momento señalado.
- Sonidos y olores.
- Ver a otras personas consumiendo.
En una primera etapa de la abstinencia, no es mala idea intentar evitar estos estímulos en la mayor medida posible. No tiene ningún sentido ponerse a prueba y estar frente a lo que estimula los deseos de consumir sólo para probarse de que se es capaz de no reincidir.
Sabemos, sin embargo, que los estímulos no pueden controlarse completamente y que más tarde o más temprano nos encontraremos con alguna situación, persona, objeto o sensación que nos recuerden el consumo. En ese caso, es importante el trabajo que se realiza más allá del consumo en sí y el tratamiento del estímulo.
Un estímulo no puede ser evitado por siempre y el caso del alcohol es emblemático. Se trata de un tóxico que se consume de manera abierta en muchos sitios y a cualquier hora del día, hay publicidad por todas partes y se anuncia incluso en eventos deportivos.
Entonces, si sólo se tratase de evitar el estímulo, el alcoholismo sería incurable. Y no lo es. Por eso, no se trata tanto de rechazar el estímulo y así evitar el tóxico, sino de hacer una elección diferente; se trata de poder estar en una situación que recuerda el consumo, pero poder vivirlo de otro modo, eligiendo otra cosa que el consumo, no rechazándolo.
Es decir, hacer una elección en positivo y no sólo un rechazo de lo negativo. El que decide salir a hacer deporte bien temprano por la mañana, ha de saber que, si esa noche bebe y se acuesta tarde, al otro día no podrá hacer lo que quiere y por eso decide no beber. De eso se trata, no se rechaza el alcohol porque sí, sino porque se elige otra cosa.
Autor: Comunicación Clínicas CITA