En el taller de gestión emocional de Clínicas CITA nos referiremos hoy al sentimiento de culpa.
La culpa se produce como una consecuencia de una acción que viola un principio: Lo que se debe hacer.
En el plano psicológico, esa transgresión provoca un auto-reproche, que en ocasiones es desproporcionado con el acontecimiento que lo ha provocado. No es lo mismo ‘ser culpable’ que ‘sentirse culpable’. Muchas veces, las personas se sienten culpables sin serlo. U ejemplo: la mujer que trabaja fuera y dentro de casa y se siente culpable porque no le ha dado tiempo de hacer la compra.
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La culpabilidad es una semilla que se siembra en nuestro interior cuando somos niños, debido a factores como la educación, la cultura, la religión, etc, y que a lo largo de la vida puede ir creciendo.
Se adapta a cualquier terreno y afecta a todas las parcelas de lo cotidiano (trabajo, pareja, familia, relaciones sociales). Aparece por causas pequeñas, como olvidarnos del aniversario de alguien que queremos y nos importa y también por otras más profundas y lejanas debido a algo que hicimos o nos pasó hace tiempo y con lo que aún no hemos ajustado cuentas’.
Un ejemplo puede ser una persona que ha sido maltratada y que se sigue sintiendo responsable de lo que le pasó, creyendo que fue culpable y merecedora de este maltrato.
El sentimiento de culpabilidad se da mucho entre las personas acostumbradas a controlarlo todo, los perfeccionistas, excesivamente exigentes con ellas mismas, para las que un mínimo fallo se convierte en algo imperdonable, aunque de nada les sirva ya flagelarse por algo que ya pasó y en lo que realmente hicieron lo que pudieron en ese momento y dadas las circunstancias.
Es también frecuente entre las personas inestables emocionalmente, que se alteran por cualquier gesto o frase de desaprobación, porque sienten miedo a ser rechazados. Por ejemplo, que alguien no los haya saludado o lo haya hecho en forma fría, es motivo ara provocarle inseguridad y el temor de que son ellos seguramente los que deben haber hecho algo mal.
¿Qué podemos hacer con la culpabilidad?
La culpabilidad aparece porque es una valoración moral de la propia conducta, o sea, si yo valoro negativamente una conducta mía, inevitablemente va a aparecer la sensación de ser culpable.
La culpa es una valoración cognitiva y emocional de comportamientos cuando éstos no están de acuerdo con nuestra escala de valores.
Es un error pensar que estamos obligados a sentirnos culpables para demostrar que somos humanos. Sería mejor que en lugar de quejarnos o recrearnos en el dolor, hiciéramos algo más positivo: aplicar nuestras energías en reparar lo que esté en nuestras manos reparar.
Esto nos lleva a una distinción muy importante: la existente entre la responsabilidad y la culpabilidad.
La mayoría de las veces somos responsables de nuestros actos, ya que somos nosotros mismos quienes lo hemos hecho y quienes, teóricamente, hubiéramos podido no hacerlos. Pero no alcanza para que seamos automáticamente condenables o culpables. Cuando realizamos un gesto, una acción, no lo hacemos porque lo consideremos un mal sino porque lo vemos como un bien. Por supuesto que podemos equivocarnos en nuestra valoración de lo que está bien y de lo que está mal, pero es de humanos equivocarse. Es parte del aprendizaje de vivir. También es posible que decidamos conscientemente perjudicar a alguien.
En este caso, en lugar de realizar un mal acto estamos haciendo un acto tonto, ya que contribuimos a crearnos enemigos y por lo tanto, a la larga, lograremos más perjuicios que beneficios. Si por error o por falta de juicio perjudico a otra persona, de nada me servirá culpabilizarme, ni siquiera un momento.
Tan pronto como constate mi error y la consecuencias de éste, lo que me reportará verdadero beneficio será invertir mis energía en cambiar el comportamiento en cuestión, reparar los daños que haya originado y tomar medidas para no volverá cometer el mismo error en el futuro o estar atento en el momento en que intento repetirlo. De este modo, estaré demasiado ocupado en corregir mis errores y en obrar mejor en el futuro como para permitirme perder un solo segundo en culparme por lo que he hecho o dejado de hacer.
Al igual que en muchos de nuestros comportamientos, es bueno que nos respondamos claramente a algunas preguntas:
- ¿Qué ventajas me aporta el hacer o dejar de hacer tal cosa?
- ¿Qué es lo mejor que puedo hacer ahora?
- ¿Para qué me sirve actuar así.
- Llevo actuando así desde hace mucho tiempo y no me fue bien. ¿Por qué tendría que seguir haciéndolo?
- No he probado de actuar de otra manera. ¿Qué me impide hacerlo?
Las respuestas que te des a estas preguntas pueden ser realmente útiles para ti mismo y para los demás, mientras que la culpabilización y la autocensura no sirven más que para angustiarte, alejarte de los demás y repetir los mismos errores una y otra vez.
No olvidemos que la culpa siempre viene de la mano del castigo: me culpo, me castigo de la forma que sea y muchos sabemos cómo nos podemos llegar a castigar de forma autodestructiva. Y este es un círculo vicioso que es necesario cortar de raíz.
Sentirnos responsables es útil ya que:
- Nos hace más conscientes de lo que es la vida real.
- Nos hace ser más conscientes de que cometemos errores y a responsabilizarnos de ellos.
- Nos lleva a rectificar, a realizar acciones positivas.
- Nos duele por haber hecho daño a otros.
- Nos ayuda a aceptar la realidad tal cual es, sin pelearnos con ella.
- Invitar a perdonar y a perdonarnos.
El sentimiento de culpa nos hace daño ya que:
- nos impide actuar, nos paraliza.
- Es exagerado, desmedido.
- Es infundado y alienante.
- Nos regodeamos en él.
- Bloquea nuestras relaciones con los demás.
- Nos hace sufrir tanto que nos lleva a la autocensura, vergüenza y remordimientos.
Culpabilizar a los demás
Creer que las desdichas de los seres humanos vienen del exterior y que somos relativamente incapaces de deshacernos de nuestras penas y aflicciones, es sin duda muy tentador, ya que nos libera de toda responsabilidad, nos permite permanecer pasivos y atribuir a otros la causa de nuestras desgracias. Si pensamos detenidamente, los acontecimientos y las personas no pueden herirnos más que físicamente, sus palabras son inofensivas a no ser que nosotros les otorguemos un pode y una importancia que no tienen. Esto lo hacemos usamos nuestros pensamientos irracionales. Así nos herimos a nosotros mismos y, por lo tanto, no son los demás sino nosotros los responsables de nuestras acciones. No puedo ser responsable de lo que siento pero sí de la acción que se produzca a partir de mis sentimientos. Para poder identificar los pensamientos irracionales es útil primero tratar de tolerar sentirse emocionalmente perturbado y tratar de llegar, en ese preciso momento, a la fuente de estos sentimientos.
Todos los esfuerzos que dedicamos a tratar de modificar directamente las acciones y actitudes de los demás, porque los consideramos la fuente de todos nuestros males, estarían mejor empleados en cambiar nuestros pensamientos irracionales. Sin embargo, sí sería legítimo que pudiéramos expresar libremente nuestro desagrado ante la actuación de otra persona. No es lo mismo decir: ‘No me ha gustado tu comportamiento’ que ‘Por tu culpa ahora estoy mal’. Y junto con poder expresarnos, aceptar que la otra persona puede actuar como prefiera, que está en su derecho de hacerlo así
Conclusiones
Para no permitir que los sentimientos de culpabilidad nos condenen sería positivo:
- Identificar y modificar los pensamientos irracionales que sostienen el sentimiento de culpa.
- Cambiar el sentimiento de culpa por el de responsabilidad.
- Tratar de rectificar lo que sea posible de esa situación y de nuestra actitud con tal de que en el futuro no volvamos a cometer el mismo error.
- Cuidar y alimentar nuestra autoestima: aceptar que cometemos errores y perdonarnos.
Para no culpar a los demás:
- Aceptar que no son los demás ni sus actos los causantes de nuestros daños sino nuestros propios pensamientos irracionales los que los causa.
- No perder el tiempo en criticar y censurar a los demás y dedicarlo, por el contrario, a cambiar estos pensamientos.
- Expresar de forma asertiva al otro nuestros sentimientos, en lo que a su actuación se refiera, así como ratificar su derecho a actuar como prefiera.
Autor: Comunicación Clínicas CITA