En un taller, salió una pareja a trabajar. Ella estaba pletórica y él con cara de culpabilidad. Pregunté, como siempre, cuál era el tema. Y ella dijo con gesto casi triunfal:
-Él me ha sido infiel.
Es curioso, pero lo decía como si fuera una victoria en lugar de un hecho triste. Se la veía crecida y a él empequeñecido. Entonces le pregunté.
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-¿Has pensado cómo vas a vengarte?
Y la mujer me miró extrañada, como si la venganza fuera algo muy por debajo de su nivel.
– Sí, ¿cómo vas a vengarte para ponerte a su altura? –le dije.
Ella seguía sin comprender. Todo el mundo en la sala se reía nervioso, pensando que yo invitaba a la mujer a ser infiel, lo cual, dicho sea de paso, no era en absoluto mi idea; pero planeaba en el grupo de una forma graciosa, siguiendo la antigua y presuntamente justa idea del ojo por ojo, la cual es un uso fatal no sólo para la pareja sino para cualquier relación humana. Lo importante del asunto es que yo la invitaba a vengarse de alguna manera, porque era un buen modo de recuperar un estado de igualdad y equilibrio entre ambos. Ella era la justa y la buena, y él el pecador y el malo, y eso la ponía por encima, así que la única forma de recuperar el equilibrio era que ella pecara también. Porque puede parecer que los justos necesitan pecadores para alimentar su arrogante sentimiento de justicia, pero en verdad lo que necesitan es pecar para no encontrar tanto placer en condenar a los pecadores.
Ella pensaba más bien en el perdón, pero el perdón puede ser muy peligroso, sobre todo porque no suele ser verdadero. El verdadero perdón, el que efectivamente ayuda, significa aceptación e incluso amor hacia los hechos tal como fueron, aunque duelan. Demasiado a menudo el perdón es un mensaje interpersonal que dice: ‘Yo, como bueno, te perdono a ti como malo’, y de esta manera uno se eleva por encima del otro a través de un mensaje falso que viene de las buenas intenciones y no de la verdad del corazón. Es peligroso porque no suele dar buenos resultados.
También hay que decir, visto desde una perspectiva más amplia, que ambos estaban haciendo las cosas conforme a las costumbres de sus sistemas familiares, ya que en ambos sistemas se repetía por generaciones que los hombres fueran infieles y las mujeres se sintieran víctimas, pero paradójicamente superiores, a hombres débiles y tentados. Así que, sin darse cuenta, seguían al pie de la letra un dictado escrito por varias generaciones en sus familias, repitiendo el libreto como buenos hijos y nietos.
Cuando se produce un intercambio negativo dentro de la pareja, es decir, cuando uno de los dos daña al otro, el que ha sido objeto del daño debe compensarlo vengándose con amor. Vengarse con amor significa devolver el daño pero en una cantidad suficientemente menor. Si el perjudicado se limita a perdonar, de alguna manera queda en una posición de superioridad moral, mientras que si devuelve el daño procurando que sea un poco menor, restablece el equilibrio y la igualdad; aunque pueda parecer lo contrario, cuida también del amor en la relación, sobre todo al devolver en menor medida. Si por el contrario, devuelve el daño en una medida mayor o con ensañamiento, entonces no sólo no se restablece la vivencia de justicia, sino que se lastima el amor.
(Joan Garriga)
Autor: Comunicación Clínicas CITA