Testimonio de una amiga ingresada

En el blog de CITA, a menudo, aparecen testimonios de pacientes. Todos significan mucho, entre otras cosas porque creemos que todos pueden ayudar a alguien a reconocerse y, tal vez, emprender ese tratamiento que durante un tiempo ha dudado en emprender o no. A veces todo lo que hace falta es ver una luz reconocible en un camino que, hasta ese momento, había permanecido oscuro. Con todo, el testimonio de hoy es un poco especial, por diversas circunstancias. Como siempre, queremos agradecerlo.

Testimonio de una amiga ingresada; Casi tres meses

Un Hogar en el Camino hacia la Libertad: Mi Transformación en la Clínica CITA

Llegué a la clínica CITA con el corazón cargado de escepticismo y las heridas abiertas de fracasos pasados. Hoy, tras casi tres meses de respirar esperanza en cada rincón de este lugar, no solo he recuperado el control de mi vida, sino que he descubierto lo que significa sanar con dignidad. Si alguien me hubiera dicho que un centro de rehabilitación podría convertirse en un refugio donde el alma se recompone, no lo habría creído. Pero aquí, entre paredes que respiran compasión y profesionales que ven más allá del diagnóstico, he aprendido que la recuperación no es solo dejar atrás una adicción: es reconstruirse desde las cenizas con herramientas que duran toda la vida.

CONTACTAR CON CLÍNICAS CITA AHORA

    Modalidad
    Aceptar la Política de privacidad (requisito obligatorio)]

    amiga ingresada

    ¿Qué hace de CITA un faro en medio del caos?

    He transitado por cinco centros antes de llegar aquí. Algunos ofrecían terapias rigurosas; otros, instalaciones impecables. Pero ninguno logró lo que CITA consigue día tras día: un enfoque holístico que no se conforma con tratar síntomas, sino que desentraña las raíces del dolor. Aquí no hay protocolos genéricos ni rutinas impersonales. Desde el primer momento, el equipo diseña un plan que abarca todo lo que soy: mis miedos, mis pérdidas, mis sueños truncados y hasta aquellas responsabilidades que, por años, dejé en suspenso. ¿Cómo? Organizando cada detalle de mi reinserción: citas médicas pendientes, trámites legales olvidados, incluso gestiones tan íntimas como reparar la relación con mi hija. En CITA, la recuperación no es un proceso aislado: es un puente hacia una vida funcional, sostenible y, sobre todo, auténtica.

    El Personal: Guardianes de la Esperanza

    Hablar del equipo de CITA es hablar de profesionales que han convertido la empatía en una ciencia. No son meros facilitadores de terapias; son aliados incansables. Recuerdo con claridad el día en que la vida me golpeó con su crudeza: la muerte inesperada de mi hijo. En medio del torbellino de dolor, no tuve que suplicar ayuda. Antes de que mi mente pudiera procesar la noticia, ya tenían a un especialista en duelo a mi lado, sosteniendo no solo mi fragilidad, sino también la de mi hija. Esa anticipación al dolor ajeno, esa capacidad de actuar con precisión y calidez, es lo que distingue a este lugar. Aquí, nadie es un número. Cada lágrima, cada silencio incómodo, cada risa nerviosa, es atendida con una presencia que reconforta sin invadir.

    La Comunidad: Hermanos de Batalla

    Los pacientes de CITA no son compañeros de terapia; son cómplices en la lucha más difícil de todas: la de enfrentarse a uno mismo. Jamás imaginé que, entre personas rotas por distintas batallas, pudiera florecer una conexión tan profunda. Hemos sudado juntos en clases de pádel, meditado al unísono en sesiones de yoga, confesado nuestros demonios en círculos de honestidad brutal y hasta reído hasta llorar frente a películas triviales. Pero lo más extraordinario es la autenticidad que impregna cada interacción. No hay máscaras, ni juicios, ni competencia por quién carga el peso más grande. Aquí, la vulnerabilidad se celebra como un acto de valentía. Y en esa rawadad, he encontrado una familia que me ha enseñado que la fortaleza no está en ocultar las grietas, sino en dejar que la luz entre por ellas.

    Actividades que Tejen Nuevas Identidades

    ¿Cómo se reemplazan los vacíos que deja una adicción? En CITA, la respuesta está en llenar el tiempo con experiencias que alimentan el alma. Las mañanas comienzan con pilates para reconectar con el cuerpo; las tardes, con talleres que van desde música terapéutica hasta paseos a caballo, donde el ritmo de los cascos parece sincronizarse con los latidos de un corazón que vuelve a latir sin ataduras. Incluso las actividades aparentemente simples —como cocinar en grupo o debatir sobre un libro— se convierten en rituales de sanación. Cada risa compartida en el gimnasio, cada conversación bajo las estrellas durante los paseos nocturnos, es un ladrillo más en la reconstrucción de una identidad que la adicción intentó robar.

    La Despedida: Un Dulce y Amargo Adiós

    Ahora, al borde de la reinserción urbana, siento una mezcla de orgullo y nostalgia. Estoy preparada. Lo sé. Pero dejar atrás a quienes me han visto renacer duele como dejar una parte de mí en estas paredes. CITA no es un lugar de paso; es un territorio sagrado donde aprendí que la curación no es un destino, sino un viaje que nunca se hace solo. A mis compañeros, al personal, a cada rincón de este santuario: gracias por enseñarme que incluso en el invierno más frío, la primavera llega para quienes se atreven a esperarla.

    Para Ti, Que Dudas

    Si estás leyendo esto y sientes que la oscuridad ha ganado la batalla, permíteme decirte algo: CITA no es una clínica. Es un renacer. Un espacio donde cada detalle —desde la terapia más compleja hasta el café compartido a media tarde— está diseñado para recordarte que mereces vivir, no sobrevivir. La adicción puede haber escrito los primeros capítulos de tu historia, pero en estas montañas rodeadas de cielo, descubrirás que el final lo escribes tú. Y créeme: vale la pena quedarse para leerlo.

    Un abrazo infinito a mi familia de CITA. Llevaré su luz wherever I go.

    Autor: Comunicación Clínicas CITA

    Scroll al inicio