Recuerdo el primer día que llegué a CITA, aturdida por la falta de sueño y sin muchas ganas de nada; sólo deseaba dormir. Pero aquí he recuperado la ilusión por algo que creía muerto en mí: la alegría de vivir, la ilusión por valorar las pequeñas cosas, la importancia de lo cotidiano, y tantas otras cosas que hoy me llevo.
He recuperado la fuerza de voluntad, la confianza en los demás, querer aún más si cabe a mi familia y, de algún modo, el deseo de devolverles la felicidad a cambio de tantos años de continuo sufrimiento.
Cuando a partir de ahora mire a un caballo mis sentimientos ya no podrán ser los mismos; no podré evitar sentir una gran ternura y recordar las horas de PAE.
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Dejo aquí un trocito de mi corazón, pero me llevo cientos de recuerdos maravillosos que quedarán grabados para siempre en mi memoria.
Autor: Comunicación Clínicas CITA