En el blog del Centro de Investigación y tratamiento de las Adicciones (CITA) os ofrecemos en esta ocasión un cuento en el que se nos habla de la superación, de la importancia de los sueños y del valor oculto de las cosas.
Dicen que la ciudad china de Wang creció a partir de los deseos de sus habitantes. Uno de los primeros alcaldes de Wang, cuyo nombre se pierde en la leyenda y que, según algunas versiones, habría sido el propio fundador de la ciudad, decidió que cada persona que abandonase Wang debía colocar en el camino una piedra a modo de adoquín. En la base de la piedra el viajero habría anotado un deseo. El alcalde dispuso también que cada viajero que llegase a Wang debía probar haber cumplido el mismo requisito.
La ciudad de Wang, que ya por entonces era conocida por su importancia comercial, creció inopinadamente con la nueva norma. Las carreteras que salían o llegaban a Wang se extendían a lo largó del imperio. Entre los viajeros se puso de moda acompañar su deseo con algún detalle, una pepita de oro, alguna joya pequeña, figuras o poemas que pegaban en la base de las piedras. Aunque la expresión era a todas luces exagerada se decía en la región que a Wang se llegaba andando sobre un camino de oro.
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Mucho antes de levantar la Gran Muralla la ciudad de Wang alcanzó la prosperidad gracias a un comercio floreciente, que recorría caminos cubiertos de deseos.
A muchas millas de allí, en las montañas, llegó la noticia de la riqueza de Wang. Las hordas supieron de una ciudad fantástica, cuyos caminos, se decía, estaban empedrados con oro y joyas. La leyenda de la ciudad de Wang despertó la codicia de los jefes, que se pusieron en marcha. Cuando los bárbaros llegaron a Wang no supieron entender la belleza del camino. Ávidos del oro y las riquezas las hordas levantaron hasta el último adoquín, sólo para descubrir que, como casi siempre, la leyenda era exagerada, y que bajo los adoquines de los caminos de Wang apenas había algunas monedas y unos pocos objetos de metal.
Cuando los bárbaros se retiraron Wang, sin sus carreteras de deseos, empezó a secarse, como un árbol sin raíces. Finalmente desapareció. Hoy algunos niegan incluso que alguna vez haya existido.
por M Carreira
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Autor: Comunicación Clínicas CITA