Hoy en el blog de CITA os ofrecemos una entrada sobre la meditación.
Hola a todos:
Vengo del curso de profes y me encuentro a Juanito jugando al solitario con el ordenata. Por lo visto, para ser una mente ilustre, no hay que dar palo al agua. Tanto rollo con la comodidad y este tío vive en permanente postura horizontal…
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-¿Qué, Juanito? ¿Vivimos bien, eh?
-Hombre, Juanjo, amigo…se hace lo que se puede…¿Te molesta
– Noooo…Bueno, ¡¡¡Sí!!!
– Mmm, ya veo. ¿Por qué?
– Porque te la pasas diciendo que la incomodidad es inherente a la vida y, a la que ves un sofá, te tumbas y no te mueve ni un tsunami.
– Ja, ja, ja,… Sí, la verdad es que este sofá es muy cómodo. Verás, túmbate un rato.
– Hombre, ¡¡¡faltaría más!!! Es mi sofá, ¿Recuerdas?
– Y ahora que estás tu tumbado, ¿estás cómodo?
– No
– ¿Entonces? ¿Donde reside una comodidad duradera e invulnerable que abarca tanto lo cómodo como lo incómodo? ¿Es la comodidad sólo una postura corporal? ¿Se puede estar cómodo en una situación incómoda? ¿Cómo?
– Vale, vale…Ya sé que me vas a salir con algo que me deje como un tonto, de modo que mi respuesta es “sí”… Se puede lo que te de a ti la gana.
– Mmmm… ¿Molesto, eh? Te lo pondré fácil:
La incomodidad viene de la costumbre de comparar. Comparamos lo que ahora sucede, decimos, hacemos, etc., con otra versión de lo que podría suceder, decir, hacer, etc. Es decir, cada situación que vivimos es comparada con otra posibilidad y ello no nos deja habitar plenamente el ahora. Sólo en un radical ahora se puede residir en la comodidad (cómoda o incómoda), ya que, al no comparar lo que sucede, esto simplemente es. La comparación se urde en el pensamiento (ya que el pensar es tiempo psicológico), y eso es lo que causa la incomodidad, no la incomodidad de la vida, sino la incomodidad creada por la mente. Por ejemplo, oigo una canción e inmediatamente la comparo con otra que me gustaba más y pienso: ya no hacen música como la de antes. Y me incomodo. Me relajo un domingo por la tarde e inmediatamente lo comparo con el lunes inminente y me incomodo. Tengo mis gastos cubiertos, pero me comparo con otro al que le sobra el dinero y me incomodo, etc… La vida está compuesta de lo cómodo y lo incómodo, aproximadamente en partes iguales. Pero como nos da por ganar a la vida y que haya más comodidad que incomodidad, pienso, comparo y me cargo la poca comodidad que tenía. Deja que la vida te incomode y acomode como las olas del mar, el latido de un corazón, la noche y el día. Cuando toque lo incómodo, lo vives, y cuando toque lo cómodo, ¡¡¡también!!! Verás que tras soltar la custodia de lo que sucede (el pensamiento), uno ¡¡¡vive cómodamente tanto la incomodidad como la comodidad!!!
Clínicas CITA. Cuento terapéutico INOCENCIA CONTRA INTELIGENCIA… (¿Quién ganará?)
Miguelito era un niño repelente y, aunque diga la gente…”pobrecito, nada mas verle, me irrito”, no sabe ni sumar, es muy feo y tontito, pero se pone a contar y todo se vuelve bonito…¡¡¡Que asquito!!!
En qué mente cabe que uno -que ni hablar sabe- cuente del uno al tres y luego al revés, y va y todo le sale, pero a mí no me vale ese absurdo proceder: el que no sabe, no sabe…¡¡¡Joder!!!
Y mira que pienso y repienso cómo, contando hasta tres, el tío logra consenso con todo lo que es, mi inteligencia en suspenso y su felicidad en ascenso. Este niñato me produce stres…¡¡¡No lo ves!!!
Mira que yo me lo curro y medito, pero el burro de Miguelito y su churro de contar a tres, me pone del revés, y de envidiarle me aburro. Cuando le veo, susurro: ¡¡¡Tu contar me importa un pito!!!
Y me dice Miguelito, eso sí sonriendo, que cuente con él un ratito, que mi alegría irá subiendo cada día un poquito, que no me quede sufriendo, que contar es muy bonito…¡¡¡Chaval maldito!!!
Y yo le quisiera matar, si ni siquiera sabe contar y mucho menos pensar. Cuando le oigo los números recitar, cualquiera puede notar que ni los sabe pronunciar…¡¡¡A cagar!!!
Ahora dicen que es un iluminado y tiene miles de seguidores, que con Dios ha hablado y luego se ha montado la iglesia de los contadores. En vez de rezar, cuentan…¡¡¡Perdedores!!!
Ya no lo soporto, estoy tan indignado que una carta le he enviado para tener un encuentro que me explique el portento de lo que ha pasado…¡¡¡Yo me lo curro y él se pone morado!!!
Quedamos en un campo de olivos. Así, si le mato, no habrá testigos. Miguelito llega cantando y sus números contando. Yo, con matarle soñando, le digo:
– Que Miguelito, tú y tu “numerito”
– Chi vezdaz que ez bonito.
– (No sabe ni hablar, burrito) Pero, ¿de qué te sirve contar?
– No ze, de verdaz… Yo cuento hazta trez, luego doz y otra vez a empezad.
– (Tonto de baba) ¡¡¡Cuánta habilidad!!! ¿Ya has pensado en patentarlo?
– Patentazlo ¿Qué ez?
– (Lo dicho, es estúpido perdido) Patentar sirve para evitar que te copien ¿Lo pillas?
– Pedo yo quiedo que me copinend, me encanta que todoz cuenten tambienz ¿Quierez tu contaz conmigo unz ratitoz? Venga poz favoz, te zentará muy bien…eztupendamente, de vezdaz.
– (¿Y que le digo yo a este cretino?) Venga, “contemos”.
– ¡¡¡Olez que bienz!!!…haz como yoz, primeroz ponemoz una bonita canciónz y dezpuez contamoz ¿Vale?
– ¿Ahora una canción? ¿Para que? (lo dicho, memo perdido)
– Ya veraz, ez zolo pa zeguir el rizmo…mira Chunda chunda chunda…
– (No me lo puedo creer) ¿Y ahora qué?
– Ahoda ¡¡¡A contaz!!! Un dioz es dioz, un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz…
– Que no es así, es: un, dos, tres, dos.
– ¡¡¡Ezo!!! Un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz un dioz es dioz…
– ¡¡¡Pobre estúpido!!!…¿Es que hay que ser tonto del culo para ser feliz?
Moraleja:
A Dios no le importa cómo le llamen. De hecho, carece de nombre. Mientras llamas a Dios, aunque sea “un, dios, es, dios”, no te equivocas. Si le dices a Dios que decir un, dos, tres, dos es tu manera de rezar le parecerá bien. Pero lo importante de veras es que, mientras le dices a Dios lo que te parezca, no te estás comiendo la bola y eso Dios (y yo) te lo agradeceremos eternamente. Dice un himno de Sto Daime: Yo no soy Dios, pero tengo una esperanza: ser a su semejanza.
CITA es el centro de tratamiento para las adicciones. En Dosrius, a 30 minutos del centro de Barcelona, CITA es un centro de referencia en el tratamiento de desintoxicación y deshabituación.
Autor: Comunicación Clínicas CITA