El khat es la droga más popular en el Cuerno de África. En Etiopía, Kenia o Somalia es la droga cultural. Si bien su uso tradicional está ritualizado y reservado a ocasiones puntuales, en los últimos años se ha convertido en la droga de los pobres y se usa simplemente como estimulante, para pasar el rato o para reducir la ansiedad y el estrés. Cada vez es más frecuente ver a los hombres mascarla diariamente y en público, mientras las mujeres lo hacen en privado por prejuicio cultural.
Para algunos países africanos, el cultivo de khat es un importante pilar de la economía pese a que se va extendiendo la prohibición de exportarla a otros países del mundo, como EE UU, Suecia, Noruega o el Reino Unido, donde es consumida por emigrantes de primera generación.
La planta es originaria de Etiopía, pero su cultivo se ha extendido a otros países de la costa este africana o la península Arábiga, como Yemen. Las hojas sólo conservan sus propiedades dos o tres días después de ser arrancadas de la planta. Aunque su efecto estimulante es considerado menor que el de la anfetamina y su uso moderado no se valora que sea más nocivo que el café, los expertos consideran que si se abusa de su consumo puede desencadenar estados de psicosis, conductas agresivas, cáncer oral y gástrico, hipertensión, disfunción sexual y úlceras, además de la propia adicción.
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Y mientras los grupos islamistas radicales han comenzado una cruzada contra el consumo de esta planta al considerar que ataca los preceptos del Corán, muchos señores de la guerra de Somalia controlan la producción de khat. Erradicar su consumo va a tratarse de una tarea muy complicada al tratarse de una droga socialmente aceptada y porque, además, su producción, transporte, procesado y venta genera una gran cantidad de empleo y de beneficios en toda África del este. Según el Observatorio Europeo de las Drogas, hay 20 millones de usuarios de khat en el mundo y, hasta su prohibición el año pasado, Londres era el principal punto de entrada en Europa.
Autor: Comunicación Clínicas CITA