En el centro de desintoxicación CITA sabemos que el perdón es un concepto que no es fácil de entender. Pensamos que nuestro mayor reto o dificultad es perdonar a otros por lo que nos han hecho, pero esto es sólo la punta del iceberg.
Resulta fácil perdonar a otros cuando ya te has perdonado a ti mismo, pero es imposible perdonar a otros si no te has perdonado a i mismo.
El proceso de perdonar empieza en tu propio corazón. Tiene muy poco que ver con los demás.
CONTACTAR CON CLÍNICAS CITA AHORA
Cuando me perdono a mí mismo, no me resulta difícil perdonarte. Si puedo retirar el aguijón de la culpa y de la vergüenza de mi corazón, puedo ofrecerte ese mismo regalo a ti. Si puedo ver mi propia inocencia, también puedo ver la tuya.
La mayoría de nosotros seguimos intentando acceder al perdón en dirección contraria. Tratamos de perdonar a otros antes de perdonarnos a nosotros mismos. Esto causa un verdadero problema, porque no todo el mundo quiere ser perdonado. ¡Algunos se niegan a ser perdonados! ¡Algunos incluso se niegan a creer que son culpables!
¿Has perdonado alguna vez a alguien que no creía que era culpable? ¡Es imposible! Por más que lo intentes, simplemente no te dejará.
Y también hay personas que siempre se sienten culpables. Continúan viniendo a ti y pidiéndote perdón, pero ¡simplemente no puedes perdonarlas!
Incluso cuando te das cuenta de que eres tú quien necesita perdón, puedes seguir poniendo el carro delante del caballo. Puedes pedir a otra persona que te perdone, a un amigo quizás, incluso al mismo Dios. Pero eso tampoco funciona. Puedes ser perdonado por cientos de personas y ciertamente puedes ser perdonado por Dios, pero eso importa poco si no te has perdonado a ti mismo.
Empezar este proceso fuera de nosotros mismos es algo que simplemente no funciona. Empezar fuera de nosotros es nuestra manera de castigarnos. Eso no abre las puertas de nuestro corazón. Esa puerta sólo se abre cuando nos damos cuenta de que somos nosotros los que nos sentimos molestos. Somos nosotros los que nos sentimos culpables. Somos nosotros los que atacamos y justificamos nuestro ataque. Somos nosotros los que necesitamos perdón. Y nadie más puede dárnoslo.
De modo que el primer axioma del perdón es que viene de dentro. Es algo que debes hacer para ti mismo antes de poder ofrecérselo a los demás.
El axioma siguiente es que el perdón no es condicional ni es parcial. El perdón es un acto que se hace de todo corazón, con todo el ser. Nos permite deshacernos de las cargas, liberarnos del dolor. Intentar regatear con el perdón no funciona y, sin embargo, eso es exactamente lo que solemos hacer.
Mientras sigamos intentando justificar algún aspecto de nuestro ataque, el perdón simplemente no se producirá. Un perdón parcial es sólo una forma sutil de ataque.
El perdón es incondicional e imparcial. Me saca del pasado y me trae al presente. Me saca de la ilusión autoimpuesta de sentirme separado y me lleva a una conciencia y a un sentimiento abierto de mí mismo y de los demás.
Cuando perdono, acepto lo que ocurrió en el pasado, incluyendo todos los antiguos juicios que hice con respecto a mí y a otros, sin llevar esa carga al presente o al futuro. Y, si lo vuelvo a traer, acepto que lo he traído y lo dejo ir.
Es posible que tenga resentimientos pero no me aferro a ellos. Comprendo que mis resentimientos proceden de una sensación de miedo, y me permito dejarlos atrás de manera natural a medida que supero el miedo y aprendo de nuevo a confiar.
No tengo que ser perfecto para perdonar, porque el perdón es un proceso continuo en mi vida. Perdono, y entonces me viene un juicio, y vuelvo a perdonar. Nunca hay un momento en que deje de perdonarme o de perdonar a los demás. Éste es el tercer axioma del perdón.
De modo que tenemos que ser pacientes. El perdón no suele producirse de repente. No hay una manera correcta o equivocada de hacerlo.
¿Por qué necesitamos el perdón? Porque cada uno de nosotros se ha condenado a sí mismo. Y cada uno de nosotros hemos intentado resolver nuestro odio hacia nosotros mismos proyectando en los demás la responsabilidad por nuestros problemas.
Pero esto no funciona. El odio hacia uno mismo sigue siendo odio hacia uno mismo aunque involucremos a otros. Atacar a los demás o defendernos de su ataque no reduce nuestros juicios profundamente arraigados respecto a nosotros mismos. En el fondo, cada uno de nosotros es un niño que necesita sanar.
El proceso de perdonar ofrece a ese niño la oportunidad de curarse. Es un proceso que dura toda la vida y que continuará mientras continuemos juzgándonos a nosotros mismos y a los demás.
No vamos a dejar de juzgar inmediatamente, pero podemos empezar a aprender cómo nos hieren los juicios que emitimos. Y, por medio de la auto-aceptación, podemos llevar amor a esos lugares internos que están heridos. Cada acto de aceptación neutraliza algún juicio que hemos emitido.
Cada acto de auto-aceptación abre nuestro corazón al amor, y el amor cura todas las heridas.
Al pasar por la vida, ocurren muchas situaciones y se nos ofrecen muchas relaciones. Cada una de ellas nos ofrece una oportunidad de elegir el miedo o de elegir el amor. Si elegimos el amor, nos bendecimos a nosotros mismos y bendecimos a los demás. Si elegimos el miedo, estamos pidiendo amor desde la parte de nosotros que está más herida. Cada aparente ataque es una petición de amor. Cada crisis existencial es una llamada a la curación.
El cuarto axioma del perdón es que cada gesto de perdón es suficiente, que cualquier cosa que seamos capaces de hacer ahora mismo es suficiente.
(Los 12 pasos del perdón)
Autor: Comunicación Clínicas CITA