‘Si sales hoy a correr y te rompes la cadera, probablemente te den diamorfina, el nombre médico de la heroína. En el hospital, hay mucha gente que recibe heroína como calmante durante un largo período. La heroína administrada por un médico tiene una pureza y una potencia mucho mayores que la heroína que se consume en la calle. Por lo tanto, si la antigua teoría de la adicción fuese cierta (las drogas provocan la adicción al hacer que tu cuerpo las necesite), entonces es obvio lo que debería ocurrir: un montón de gente, al salir del hospital, iría por las calles buscando heroína para seguir con su hábito.
Pero ahí está lo extraño: esto, virtualmente, nunca ocurre. Los consumidores clínicos lo dejan sin más, a pesar de haber estado drogándose durante meses. La misma droga, utilizada durante el mismo periodo de tiempo, convierte a los usuarios de la calle en adictos desesperados mientras que no afecta a los pacientes médicos.
Si sigues creyendo, como me pasaba a mí antes, que la adicción está provocada por sustancias químicas, esto te resultará incomprensible. Pero si crees la teoría de Bruce Alexander, el puzzle empieza a cobrar sentido.
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Esto nos da una visión que va mucho más allá de la necesidad de entender a los adictos. El profesor Peter Cohen defiende que los seres humanos tienen una necesidad profunda de apego y de crear vínculos. Es así como obtenemos satisfacción. Si no podemos conectar con las personas, conectaremos con cualquier cosa que encontremos: el zumbido de una ruleta o el pinchazo de una jeringuilla. Afirma que deberíamos dejar de hablar de ‘adicción’ en general para empezar a llamarlo ‘apego’. Un adicto a la heroína se ha adherido a ella porque no ha podido vincularse a otra cosa hasta este punto. Por lo tanto, lo opuesto a la adicción no es la sobriedad. Es la conexión humana.
Cuando me enteré de todo esto, descubrí que, poco a poco, me estaba convenciendo, pero me seguían asaltando algunas dudas. ¿Decían estos científicos que las sustancias adictivas no tenían nada que ver? Entonces me explicaron que puedes hacerte adicto al juego y nadie piensa que te inyectas un paquete de cartas en las venas. Puedes tener todo tipo de adicciones sin que impliquen ningún componente químico. Un día, fui a una reunión de Jugadores Anónimos en Las Vegas y vi que eran tan adictos como los cocainómanos y heroinómanos que conocía. Y aún así, no había sustancias químicas de por medio.
Con todo, seguía preguntándome si los componentes químicos desempeñaban algún papel. Resulta que hay un experimento que daba la respuesta precisa. Todo el mundo sabe que fumar tabaco es uno de los hábitos más adictivos. Las sustancias químicas del tabaco proceden de una droga llamada nicotina. Cuando se crearon los parches de nicotina a principios de los noventa, creció el optimismo: los fumadores podían saciar su adicción sin sufrir los efectos perniciosos (y mortales) de los cigarrillos. Serían liberados.
No obstante, se revelo que el 17,7% de los fumadores son capaces de dejarlo usando parches de nicotina. Esto tiene su importancia. Si las sustancias químicas llevan al 17,7% de la adicción, como esto demuestra, son millones de vidas arruinadas a nivel mundial. Esto significa que la historia que nos han contado de que la causa de la adicción son las sustancias adictivas es verdadera, pero es sólo una pequeña parte de un panorama mucho mayor.
Todo esto tiene grandes implicaciones en la guerra contra las drogas que lleva lidiándose todo este siglo. Esta guerra está basada en la afirmación de que necesitamos erradicar físicamente un montón de sustancias químicas que interceptan el cerebro de la gente y provocan adicción. Pero si las drogas no son la causa de la adicción –si, en realidad, es el desapego lo que la provoca- vuelve a resultar incomprensible.
Por irónico que parezca, la guerra contra las drogas incrementa todas estas causas de adicción. Y hay una alternativa. Se puede construir un sistema diseñado para ayudar a los adictos a reconectar con el mundo y dejar atrás sus adicciones. No es algo teórico. Está ocurriendo. Lo he visto. Hace casi 15 años, Portugal tenía uno de los peores problemas de dogas de Europa: el 1% de la oblación era adicta a la heroína. Probaron una guerra contra las drogas y el problema no hizo más que empeorar. Entonces decidieron hacer algo radicalmente diferente. Pensaron despenalizar todas las drogas y utilizar todo el dinero que antes gastaban en arrestar a los drogadictos en reinsertarlos y reconectarlos con sus propios sentimientos y con la sociedad. El paso más importante es conseguirles un alojamiento seguro y un trabajo para que tengan un objetivo en la vida. Los resultados de todo esto ahora están aquí. Un estudio independiente descubrió que la adicción había disminuido y que el uso de drogas inyectadas había bajado un 50%.
Esto no sólo afecta a las personas drogadictas. Es relevante para todos nosotros porque nos obliga a pensar de forma diferente sobre nosotros mismos. Los seres humanos son animales de vínculos. Necesitamos apego y amor. Pero hemos creado una cultura y un entorno que nos impide la conexión o que sólo ofrece una parodia de ello a través de internet. El aumento de adicción es un síntoma de una enfermedad más profunda de la forma de vida que llevamos y que dirige constantemente nuestra mirada hacia el próximo objeto brillante que deberíamos comprar en lugar de hacia los seres humanos que nos rodean’
Autor: Comunicación Clínicas CITA