Para que cualquier terapia, como las que ofrecemos en Clínicas CITA (Centro de Investigación y Tratamiento de Adicciones) tenga éxito, una condición imprescindible es que exista una relación de colaboración entre el terapeuta y el paciente.
Incluso las intervenciones más brillantes mermarán sus resultados si el paciente no se compromete con el proceso de tratamiento. Todo el apoyo y esfuerzo que el terapeuta ponga para intentar ayudar al paciente, tendrá poco impacto, a no ser que el terapeuta se haya ganado en cierta medida la confianza del paciente.
Y esto es especialmente cierto en los grupos de drogodependientes. Numerosos factores potenciales interactúan para crear casi una relación de adversarios entre el terapeuta y el paciente que abusa de sustancias, tanto al principio de la terapia como durante el curso del tratamiento. Estos factores incluyen:
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- Los pacientes adictos frecuentemente no acceden voluntariamente a un tratamiento.
- Los pacientes suelen mantener prejuicios muy desadaptativos acerca de la terapia.
- Los pacientes no suelen ser muy abiertos o sinceros, al menos al principio de la terapia.
- Los pacientes pueden estar involucrados en actividades delictivas y, por tanto, presentarán dilemas de confidencialidad.
- Los pacientes opinan que su terapeuta es parte del sistema y no un aliado.
- Los terapeutas pueden tener prejuicios acerca de los pacientes adictos a drogas.
La mayoría de estos pacientes no van a terapia por su propia voluntad. A algunos les han presentado un ultimátum personas que son significativas para ellas, mientras que otros pueden venir derivados por vía judicial. Consecuentemente, el paciente que abusa de las drogas se entrevistará con el terapeuta con toda una serie de pensamientos automáticos contraproducentes.
Para complicar aún más las cosas, los pacientes entran en terapia ocultando el tipo de pensamiento automático antes descrito. El terapeuta tendrá que explorarlo activamente, ya que el paciente no suele divulgar estos pensamientos sin pedírselo.
Otra cosa que va en contra de la buena relación terapéutica es que el abuso de sustancias normalmente representa una conducta delictiva, por lo cual, los pacientes están motivados a ser poco sinceros a la hora de relatar las actividades relacionadas con el consumo de dogas.
Los terapeutas deben informar a sus pacientes de los límites de su confidenciabilidad desde el principio de la terapia y, por tanto, los pacientes adictos sabrán qué información no pueden revelar.
Otro obstáculo para la formación de una relación terapéutica es que el terapeuta pueda tener pensamientos desadaptativos acerca del paciente.
Hay que reconocer que trabajar con este tipo de pacientes puede llegar a ser muy estresante.
Y, aunque reconocemos que los obstáculos son enormes, es posible establecer una relación terapéutica positiva y de mucha colaboración por parte del paciente adicto.
Autor: Comunicación Clínicas CITA