Hay que dejar de estigmatizar a la escuela y más bien apoyarla en su difícil desafío. Aunque los colegios son islas de protección, no por eso dejan de ser reflejo de las realidades de las familias y comunidades que los integran y rodean.
Hay que apoyar a las organizaciones constructivas que generen alternativas a las pandillas, y no discriminar a los chicos que alguna vez tuvieron un evento de consumo excepcional.
Hay que educar para la ciudadanía y la convivencia, para que niños, niñas y jóvenes aprendan a tomar decisiones y a vincular esas decisiones a un proyecto de vida sólido. Es necesario fomentar liderazgos positivos y ofrecer formación integral y no solo académica.
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Hay que identificar y atender riesgos. En particular, fortalecer los sistemas de alertas frente a situaciones concretas potencialmente dañinas, y trabajar en equipo entre familias, colegios y autoridades educativas en una estrategia pedagógica preventiva, ampliando el número de orientadores y profesionales de apoyo y multiplicando los recursos para identificar y atender casos cuya solución puede ser liderada desde el mundo escolar.
Incidencia de las drogas en los niños
Es preciso identificar nítidamente el grado de incidencia de las drogas en colegios y en entornos, calle a calle y parque a parque, y su relación con la estrategia del narcotráfico para controlar los ambientes escolares a través de pandillas que reclutan e inducen a los estudiantes al consumo (sin hacer que esa información se use para señalar).
Hay que hacer prevención terciaria-terapéutica. Los chicos y chicas con problemas de consumo frecuente, o que apoyan a los expendedores, requieren de un programa para atenderlos durante periodos largos, combinando aulas de aceleración y programas de inclusión en la escuela, con manejo en instituciones especializadas.
Y, mediante programas de resocialización, ofrecer opciones de retorno a la educación y al trabajo a quienes han entrado en el mundo delincuencial, pero pueden salir de él con acompañamiento adecuado.
Hay que judicializar y condenar a narcotraficantes.
Por último, hay programas bien orientados y áreas en las que las escuelas nos hemos quedado cortas, como la comunicación con las familias.