En el Centro de desintoxicación hemos observado que en familias se observan actitudes y conductas que responden a una lógica propia de un funcionamiento familiar que intenta estabilizar dicho sistema familiar haciendo más fácil y menos dolorosa la convivencia. Para ello, la familia adopta roles disfuncionales que los llevan a sobrevivir la enfermedad de uno de sus miembros.
Dichos roles pueden ser:
- El rescatador: Este miembro se encarga de salvar al adicto a los problemas que resultan de su adicción. Son los que inventan las excusas, pagan las cuentas, llaman al trabajo para justificar las ausencias, etc. Ellos se asignan a sí mismos la tarea de salvar todas las crisis que el adicto genera. De esta manera, promueven el autoengaño del adicto, manteniéndole ciego a las consecuencias de su adicción y convencido de que no existe ningún problema con su consumo.
- El cuidador: Ellos asumen con ímpetu todas las tareas y responsabilidades que puedan, con tal de que el adicto no tenga responsabilidades o tenga las menos posibles. Actúan convencidos de que, al menos, ‘las cosas están andando’. Lo que no pueden ver es que esto les carga con tareas que no les corresponden y con responsabilidades que no son suyas, produciendo una sobrecarga que afecta a su salud. Esto a su vez promueve la falta de conciencia en el adicto del deterioro que le produce la adicción.
- El rebelde: La función del rebelde es desenfocar a la familia y atraer la atención sobre sí mismo, de modo que todos puedan volcar hacia él su ira y su frustración.
- El recriminador: Esta persona se encarga de culpar al adicto a todos los problemas de la familia. Esto sólo funciona para indignar al adicto, brindándole así una excusa perfecta para seguir consumiendo.
- El desentendido: Este papel es tomado usualmente por algún menor de edad, que se mantiene al ‘margen’ de las discusiones y de la dinámica familiar. En realidad, es una máscara que cubre una gran tristeza que es incapaz de expresar. Él es el callado, el que observa, el pasivo.
- El disciplinador: Este familiar presenta la idea de que lo que hace falta es un poco de disciplina y arremete contra el adicto, ya sea física o verbalmente. Esta actitud nace de la ira y frustración que se acumulan en la familia del adicto y de los sentimientos de culpa que muchos padres albergan por las adicciones de sus hijos.
La dinámica disfuncional de estas familias deja ver que allí las reglas suelen ser confundidas y, por consiguiente, son inútiles, y que los límites son rígidos o inexistentes. En este lugar está alterada la comunicación, tornándose indirecta y encubierta, y los sentimientos carecen de valor. Se observan también conductas tales como sobreprotección, fusión o unión excesiva entre los miembros de la familia, incapaces para resolver conflictos y extremadamente rígidos. Así, el sistema familiar del adicto establece un estilo de vida que permite que la enfermedad se mantenga.
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Autor: Comunicación Clínicas CITA