Como todo lo importante en mi vida

Como todo lo importante que me ha pasado en mi vida llegue a CITA sin saber que aquello era lo que estaba buscando. Harto de caminar sin rumbo, perdido y desesperado, encontré el punto partida de una nueva etapa de mi vida. Estaba cansado de consumir, de no vivir y, sobre todo, harto de mí. Recordaré siempre mi despertar en CITA; mirando el techo de mi habitación de Rural, me dije “Dios mío, cómo puedo haber llegado hasta aquí”. Pero aquí estaba y, por tanto, algo tenía que empezar a hacer. Mi primera impresión no era la esperada, pero eso no me importó y decidí que me tenía que adaptar. Era mi último cartucho en la vida.

Recibí cariño desde el primer momento de Fran y de Alex,  que, por su humanidad, me parecieron más personas que empleados de una clínica. Lejos de la inflexibilidad de una clínica, me sentí miembro de una familia. Después de la visita con la Dra.Tania, baje a cenar y allí me encontré  con los que pensaba serían mis nuevos compañeros por lo menos durante un mes (En aquel momento las prisas todavía  eran importantes). Recuerdo ahora a Esther y a Raúl .

La mañana siguiente conocí a nuevos compañeros: A Enzo, a Eli…. Estaba aterrizando. Me hablaban de CITA Clínica, otro centro más alejado, en la montaña,  y me contaban que allí estaba ingresado un jeque con su mujer, su madre y un guardaespaldas (Con el tiempo, aquel jeque es convirtió en Mohamed, un amigo con el que compartiría  risas, miedos y lágrimas). En aquel momento, aún desconocía que CITA Clínica sería mi destino final.

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    Llegue a Clínica de la mano de Mónica. Ella fue la artífice de mi primer click. Y allí me recibió Joan. Clínica era un escenario distinto a Rural, pero el trabajo a realizar era el mismo. Viví durante días a caballo entre Rural y Clinica junto a Joan; con el caminé mis primeros pasos del tratamiento.

    Miren, Paco, César, Milena, Josep, Maruf, Rosa, Rosa, Juan, Jaume, Ivo, Arancha (aquella chica que vi por primera vez sentadita en el quicio de una puerta de Rural), Mohamed y Andreu (ya partiendo) fueron mi primer grupo; con ellos tuve la sensación de pertenecer a algo importante, sensación que hacia muchos años que no tenía. Con el tiempo se fueron y aparecieron Dani, Isabel, Sergio, Sara, Illian, Julen….

    Conocer la tarea de los profesionales de CITA no fue tarea fácil. Fui descubriendo a Marta, a Fernando, a Santi a la Dra. Retsela, a Xelo, a Lluis, a Cristina, y, como no, a Luisa y a Maravillas (aunque tardé tiempo en distinguirlas ).

    Al principio, recibía el trabajo de cada terapeuta de forma totalmente independiente del resto hasta que me di cuenta que todos me hablaban de lo mismo pero en distintos lenguajes. Así, Javi y Juanjo (desde el yoga) me hablaban de Manga Lan y Santi me decía que viviera la angustia. Tampoco fue fácil entender lo que me decían: ¿Cómo podía ser que la angustia fuese algo bueno y encima tenía que vivirla? ¿Como era posible que lo afín no fuese terapéutico y que realmente lo terapéutico fuese lo no afín? ¿Cómo podía ser que la respuesta a los miedos fuese el amor?  Y así, tantas cosas. Nunca recibí una respuesta a cada una de esas preguntas, ni siquiera una explicación; la respuesta ya la tenia yo dentro de mí y debía encontrarla. Todavía hoy encuentro nuevas respuestas a cada una de esas preguntas y, sobre todo, cada día surgen nuevas preguntas. Había empezado el gran proceso de mi vida sin darme cuenta y la mera desintoxicación la había pasado entre cariño, risas y abrazos…..

    Me di cuenta que las drogas no eran la causa de mis problemas sino la consecuencia. Estaba tomando drogas para solucionar mis problemas, pero lo que hacía era multiplicarlos. Buscaba una solución inmediata a cualquier malestar y lo más inmediato era el consumo. No me daba cuenta de que, en vez de vivir los problemas, estaba buscando la solución más rápida; anestesiaba el malestar, pero, una vez pasado el efecto anestésico, el problema seguía allí y, además, aparecían todos los problemas que me generaban las drogas.

    El siguiente paso era conocer mis problemas. Pensarlos siempre desde el exterior era uno de mis mayores errores. Me costó mucho entender que el malestar provenía  del interior, de cómo gestionaba la vida. Cada uno de mis compañeros y todo el grupo se convirtieron en mi realidad a gestionar. Si gestionaba la realidad que me ofrecía CITA, podía gestionar la realidad que estaba más allá de Dosrius, puesto que tanto una como la otra eran igual de autenticas. He aprendido que no estoy en el mundo para adaptarme a los demás e intentar gustarles, del mismo modo que el resto de personas no deben adaptarse a mi gusto. Yo soy yo, tú eres tú, y si nos encontramos en algún punto será hermoso. Los demás son espejos de lo que somos y chocamos con lo que no nos gusta de ellos, que en realidad es lo que no nos gusta de nosotros.
    Mi grupo fue evolucionando y llegaron Marga, Carlos, Anna, Carlos y Carla. Nuevas personas, nuevas vivencias, nuevas realidades. Aquella niña sentada en el quicio de una puerta de Rural ahora forma parte de mi vida y yo sigo en CITA conociéndome y aprendiendo. Todo el mundo debería pasar por un lugar como éste.

    Autor: Comunicación Clínicas CITA

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