El alcohol, por sí mismo, no es bueno ni malo; es una mezcla química de carbono, oxígeno e hidrógeno, y, en cierto sentido, puede ser considerado como un producto alimentario.
Lo primero que hay que tener en cuenta sobre cualquier producto alimentario que ingrese en el organismo, es si éste tiene o no la capacidad suficiente para utilizarlo. El alcohol necesita, para su correcta eliminación, unos mecanismos muy complicados que van madurando con los años. Además, por su forma de actuación sobe el cerebro, cuanto más desarrollada esté aquella porción cortical, racional y controladora, más difícil será que se liberen las porciones menos humanas de nuestro cerebro.
Infinidad de efectos nocivos del alcohol para la salud
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¿Y cuándo está el organismo maduro para tolerar sin excesivo riesgo la ingesta de alcohol? Las principales funciones que participan en los efectos del alcohol, como la hepática y, sobre todo, la cerebral, no alcanzan el grado óptimo antes de los dieciocho o veinte años.
Quien primero sufre las consecuencias de la ingesta alcohólica es el aparato digestivo.
En la boca, el alcohol produce una disminución de la cantidad de saliva segregada por las glándulas salivares, lo que ocasiona sequedad. A esto se suma la destrucción de muchos microbios normales, que se encuentran habitualmente en la boca y que impiden que se desarrollen en las mucosas otros microbios capaces de producir enfermedades.
La boca seca y la proliferación de estos gérmenes ocasionan la aparición de frecuentes infecciones en las encías, el paladar o las amígdalas, además de provocar mal aliento.
El alcohol produce en el esófago una irritación de su pared interna y sensación de ardor.
Se ha demostrado que el cáncer de esófago está favorecido por el consumo habitual de alcohol y tabaco.
En el estómago, el alcohol provoca gastritis. Puede ser una gastritis aguda, con dolor intenso, sensación de pesadez, vómitos o hemorragias. La gastritis aguda es una de las manifestaciones más frecuentes que aparecen al día siguiente y contribuye de forma especial al malestar físico que sigue a una ingesta excesiva de bebidas alcohólicas.
El hígado es el órgano más frecuentemente dañado por el alcohol, y de forma más grave y perjudicial para la salud.
La hepatitis alcohólica apenas se distingue en sus síntomas de la producida por infección de virus. Aparece ictericia, orinas oscuras, hinchazón del vientre, dolor y malestar general. En los casos más graves cuando se produce una insuficiencia hepática aguda, puede provocar coma.
La cirrosis hepática hace que la persona se vaya desnutriendo poco a poco, hincha su vientre, y presenta ictericia junto con una intensa palidez.
El músculo que forma el corazón, llamado miocardio, se debilita por la acción continuada del alcohol y comienza a latir con más dificultad y menos fuerza, de modo que la sangre sale de él con menos impulso. La persona siente debilidad y cansancio en cuanto hace un mínimo esfuerzo.
Además, los latidos cardíacos se hacen arrítmicos.
La hipertensión arterial obedece a múltiples causas. Pero, entre las causas bien conocidas, se encuentra el consumo inmoderado y prolongado de bebidas alcohólicas. Las consecuencias de la hipertensión arterial son asimismo variadas, pero todas ellas graves para la salud. Entre ellas, habría que destacar las hemorragias cerebrales, las lesiones de corazón o la pérdida de vista.
Autor: Comunicación Clínicas CITA