Se acaba de publicar La creatividad como terapia: Experiencias de trabajo en el campo de la salud mental, de la editorial Oxigen, un libro muy recomendable y del que os iremos ofreciendo algunos fragmentos.
Maite Kirch, su autora, trabaja desde 1981 en el campo de la expresión creativa y es miembro del equipo terapéutico de la Comunitat Terapeutica de Malgrat.
La obra propone la creatividad como un viaje interior que permite expresar sentimientos y emociones que, de otra forma, no lograrían encontrar un vehículo de salida; una creatividad que permite, a través de una obra artística, reflejar el mundo interior y abrirlo a la relación con los otros, posibilitando rescatar a los pacientes afectados de trastornos psicóticos y neuróticos graves del aislamiento mental, físico y social que tanto dolor les causa.
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La creatividad como terapia recoge el día a día de los pacientes, una selección de sus creaciones –textos y dibujos- y las reflexiones teóricas que fundamentan el trabajo terapéutico.
“Una victoria.
Las dificultades existen, pero algunas, aunque parezcan imposibles, pueden ser superadas. De nuevo un recuerdo, éste más antiguo, que tiene que ver con el “sabor” y el “saber”
Juanito tendría alrededor de seis años cuando le conocí. Asistía a un colegio de educación especial en el que yo hacía prácticas. Su aspecto era el de un niño mucho más pequeño cuyo cuerpecito estaba enfundado en una estructura ortopédica articulada que le sostenía desde los pies hasta el cuello. La sonrisa habitaba siempre en su rostro.
Cierto día, escribiendo de pie, a mi lado, se le cayó el lapicero al suelo. No sé bien qué pudo detener mi movimiento pero la la realidad es que acogí tranquilamente su mirada sin agacharme a recogerlo. Aguanté como pude mi angustia contemplando la dificultad de su movimiento hasta lograr descender hasta el suelo y recoger su lapicero. El ascenso no resultó más sencillo. Finalmente de pie, con el lapicero en su mano, me miró y, al contemplrar su mirada, descubrí algo que jamás olvidaré: la sensación de victoria brillaba en su mirada, en su rostro, en todo su ser.
A partir de aquel día, cuando llegaba al colegio y me veía, levantaba los brazos y corría hacia mí. Yo le llamaba Jimmy el rápido. Y a él le gustaba.
¿Qué fue lo que detuvo mi movimiento aquel día? Posiblemente el haber comenzado a estudiar psicoanálisis, conocer la importancia del lugar que dejamos vacío para que el otro lo pueda ocupar, la importancia de la calma, de no adelantarnos, y de confiar en las posibilidades del otro.”
Autor: Comunicación Clínicas CITA