A las anoréxicas sólo les queda la reconciliación con su naturaleza femenina y, por tanto, el camino de vuelta a la vida. Se trata de abandonar la torre de marfil de la pureza incorpórea. Diluirse y escurrirse de la vida conduce a la unidad a través de la muerte.
En muchas adicciones, una sobredosis puede matar, y esto es tan evidente en las anoréxicas como en los drogadictos. La vida les parece mortal. La única verdadera oportunidad está en hacer consciente el rechazo de una mitad (femenina) de la vida con el objetivo de conseguir en algún momento la satisfacción de la totalidad.
Las anoréxicas pueden enseñar muchas cosas a las demás personas. Por ejemplo, que la represión de una parte de la realidad es a largo plazo incompatible con la vida. Por otra parte, las anoréxicas prueban la destacada importancia y el poder casi insuperable de la programación espiritual.
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Las pacientes jóvenes, casi siempre muy inteligentes, se dejan convencer intelectualmente de que tienen que comer para sobrevivir. Pero ya en la siguiente comida el modelo espiritual se revela más fuerte que el entendimiento, y la comida desaparece. La verdadera oportunidad está, como en casi todas las sintomatologías, en transformar la energía vinculada al síntoma sin reprimir el tema pendiente.
Si el trasfondo del rechazo del principio femenino, y materno, ha sido reconocido y se aprecia que el objetivo ha de ser mantenido en forma de feminidad, pero hay que cambiar el camino tomado, todo lo demás se hace más fácil.
También las bulímicas tienen que reconciliarse con lo que las hace vomitar. La solución es parecida para ambos cuadros patológicos. Las afectadas reflejan mutuamente sus problemas y pueden aprender las unas de las otras. Los síntomas muestran, como siempre, problema y tarea al mismo tiempo.
Autor: Comunicación Clínicas CITA