Tú y yo

Yo soy Yo y Tú eres Tú.

Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas y

Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.

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    Tú eres Tú y Yo soy Yo.

    Si en algún momento o en algún punto nos encontramos y coincidimos

    es hermoso.

    tu y yo

    Si no, pocas cosas tenemos que hacer juntos.

    Tú eres Tú y Yo soy Yo.

    Falto de amor a Mí mismo cuando,  en el intento de complacerte,

    me traiciono.

    Falto de amor a Ti cuando intento que seas como yo quiero

    En vez de aceptarte como realmente Eres.

    Tú eres Tú y Yo soy Yo.

    (Fritz S. Perls)

    Fritz Perls, el célebre psicoterapeuta alemán y padre de la Terapia Gestalt, era un hombre de contradicciones: brillante pero irreverente, sabio pero provocador. En los años 60, mientras trabajaba en Esalen Institute (California), un lugar que bullía con las ideas de la contracultura y la psicología humanista, una simple hoja de papel llegó a sus manos. Era un poema atribuido a Katharine Hepburn, la actriz de carácter fuerte e independiente. Las palabras resonaron en él como un mantra:

    «Yo soy Yo. Tú eres Tú. / Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas, / Ni tú estás aquí para cumplir las mías. / Si nos encontramos, es hermoso. Si no, no hay remedio.»

    Perls, siempre ávido de herramientas que reflejaran su filosofía, adoptó el poema y lo adaptó como parte de su enfoque terapéutico. Para él, esas líneas encapsulaban la esencia de la Gestalt: la responsabilidad personal, el contacto auténtico y la aceptación de que cada individuo es un universo completo, no un actor secundario en la vida de otro.

    El Desafío de la Autenticidad

    En una sesión grupal en Esalen, un joven llamado David, abrumado por la presión de su familia para seguir una carrera en derecho, estalló en lágrimas: «Nunca les voy a dar lo que quieren». Perls, en lugar de consolarlo, le entregó una copia del poema y le pidió que lo leyera en voz alta.

    «Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas», tartamudeó David.
    —Exacto —asintió Fritz, con una sonrisa pícara—. ¿Y qué  estás aquí para hacer?

    El silencio que siguió fue incómodo, pero fértil. David comenzó a hablar de su amor por la fotografía, algo que siempre había escondido por miedo a defraudar. Perls no le dio soluciones; le devolvió su propio poder: «Si tus padres no lo aceptan, ¿qué pierdes? ¿O ganas?».

    El Precio de la Libertad

    No todos recibían bien su método. Una mujer, Clara, lo acusó de ser cruel: «Usted no ayuda, solo confronta». Fritz se encogió de hombros: «Si quieres que te mienta, ve a Disneylandia. Aquí trabajamos con la verdad».

    Para Perls, el poema de Hepburn no era solo una frase bonita; era un espejo. En una ocasión, un colega le reprochó su estilo arrogante. Él respondió: «¿Quieres que cambie para que te sientas mejor? Eso sería tu terapia, no la mía». La rispidez era su manera de recordar que incluso un terapeuta tiene derecho a ser imperfecto.

    El Legado del Encuentro

    Años después, en su lecho de muerte en 1970, Perls seguía citando el poema. Lo veía como un antídoto contra la neurosis colectiva: la obsesión por agradar, por encajar. «La vida no es un casting», decía.

    Hoy, esas palabras sobreviven en libros y talleres de crecimiento personal, a menudo sin crédito. Pero su esencia sigue intacta: las relaciones más sanas son aquellas donde dos «yoes» completos eligen encontrarse, no donde uno se sacrifica por el otro.


    ¿Fue Katharine Hepburn la verdadera autora? Hay debate. Algunos dicen que el poema es una adaptación de «Prayer of Identity» (1947), otros que surgió de la sabiduría popular. Pero a Perls poco le importaba. Como él mismo diría: «Si las palabras te sirven, úsalas. Si no, déjalas ir».

    Autor: Comunicación Clínicas CITA

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