En la legendaria ciudad de El Cairo, existió un hombre que alguna vez fue inmensamente rico. Sin embargo, su generosidad no conocía límites, y con el tiempo perdió todas sus posesiones, excepto la casa que había heredado de su padre. Al verse sin recursos, no tuvo más opción que trabajar incansablemente para poder sobrevivir.
Un día, agotado por la fatiga, se quedó dormido bajo la sombra de una vieja higuera en su jardín. En su sueño, un misterioso desconocido se le apareció y le susurró con voz clara y segura:
—Tu fortuna se encuentra en Persia, en la ciudad de Isfaján. Debes viajar hasta allí para encontrarla.
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Al despertar, el hombre no pudo ignorar la fuerza de aquella revelación. Aunque escéptico, sintió que no tenía nada que perder y decidió emprender el largo y peligroso viaje. Atravesó desiertos ardientes, sorteó ríos caudalosos, esquivó a bandidos y lidió con fieras salvajes. Durante semanas enfrentó desafíos que habrían desalentado a cualquiera, pero su convicción lo mantenía firme.
Finalmente, llegó a Isfaján cuando la noche ya había caído. Sin un lugar donde hospedarse, decidió descansar en el patio de una mezquita. Justo al lado de este templo, se alzaba una gran casa. Aquella noche, el destino jugó su carta, pues un grupo de ladrones irrumpió en la casa tras cruzar la mezquita. El alboroto despertó a los residentes, quienes de inmediato clamaron por ayuda. Sus gritos alertaron a los vecinos y, pronto, el capitán de la guardia nocturna llegó con sus hombres. Los bandidos escaparon apresuradamente por los tejados, dejando tras de sí un caos absoluto.
El capitán, sospechando de todos los presentes, ordenó registrar la mezquita y descubrieron al hombre de El Cairo, quien, exhausto y sin comprender la situación, fue arrestado y llevado ante el juez de la ciudad.
Cuando estuvo frente al magistrado, este lo observó con curiosidad y le preguntó:
—¿Quién eres y de dónde vienes?
El hombre respondió con sinceridad:
—Soy Yacub El Magrebí, originario de la gran ciudad de El Cairo.
El juez frunció el ceño y continuó:
—¿Qué te ha traído hasta Persia?
Confiando en la verdad, Yacub relató su sueño y la razón de su viaje. Al oírlo, el juez estalló en carcajadas y exclamó:
—¡Qué hombre tan desatinado! Tres veces he soñado con una casa en El Cairo. En mi sueño, hay un jardín, un reloj de sol y, justo después de este, una gran higuera. Bajo su sombra yace enterrado un tesoro. Pero jamás he dado crédito a semejantes tonterías. Y tú, en cambio, has recorrido medio mundo siguiendo un sueño. Regresa a tu hogar y no vuelvas a dejarte engañar por fantasías. Toma estas monedas y vete.
Yacub, confundido pero agradecido, tomó las monedas y emprendió el camino de regreso a su ciudad natal. Al llegar, su mente no dejaba de dar vueltas a las palabras del juez. Decidió comprobar si el sueño que el magistrado había ignorado tenía algún significado. Tomó una pala, se dirigió a la higuera de su jardín y comenzó a cavar.
Para su asombro, sus manos pronto tocaron un cofre. Al abrirlo, encontró un gran tesoro que había permanecido oculto durante años en su propia casa. Había recorrido tierras lejanas en busca de su fortuna, solo para descubrir que siempre había estado allí, esperando ser hallada.
Esta historia nos recuerda que, a veces, buscamos lejos lo que ya poseemos y no sabíamos. La riqueza, las oportunidades y la felicidad pueden estar más cerca de lo que imaginamos, solo es cuestión de mirar con atención y confianza en nuestro propio camino.
GUSTAV WEIL: Geschichte des Abbassidenchalifats in Aegypten
Autor: Comunicación Clínicas CITA